Mi viejo decía que él era seguidor de Epicúreo. Un griego, muerto hace más tiempo que nadie más que se me ocurra. Pero bueno, a mi viejo lo habrá marcado de alguna forma. Yo creo que no lo leyó. Si recuerdo lo que él decía, tendría que pensar que no. Habrá visto algún video o le contaron o, a lo sumo, se leyó un resumen en algún lado, no sé… pero leerlo, casi seguro que no.
Yo no estoy seguro de qué soy. A lo mejor soy un cristiano clásico: Dios, patria, rey. Bueno, presidente, acá. No sé. Lo que me importa es rezar. Si algo no me puedo sacar de la cabeza es que el final se acerca. No sé cuándo. Nadie lo sabe. Ya casi no se puede vivir sin que te maten. Para robar en general, y si no, qué sé yo, enfermedades, pandemias, drogas… Hay de todo para terminar con la vida de uno. Así son las cosas.
Ojo, yo ya tengo cuarenta y siete. Mis viejos todavía están vivos, los dos. Pero saben que es cuestión de días, qué sé yo… A mis hijos también les enseño igual que me enseñaron. Me acuerdo de mi viejo, echado en el sillón, el día que me compré la guitarra. “¿Para qué vas a hacer ruido, si total no vas a llegar a ningún lado y no sabés si no te morís mañana?”, dijo así, sin mirarme. Yo hasta le había robado plata para comprar la guitarra. Y a él, ni siquiera eso le importó.
Pero él tenía razón. Yo vengo de enterrar un vecino y una tía. En una semana. La gente se muere, todo el tiempo se muere. Y uno está acá el tiempo que está; por eso hay que aprovechar, pero tampoco gastar al pedo. Todo eso de las carreras, los estudios… ya fue, al pedo. Los ricos nomás lo hacen, porque saben que seguro que viven un poco más que el resto. A ellos no los va a pisar un colectivo. A lo sumo, se mueren por pisar ellos mismos el acelerador de su convertible a mil por hora. En cambio, el resto no anda pensando en esas pavadas. No tiene sentido. Si la vida son dos días, de calor insoportable, pobreza y que te metan los cuernos.
En algunas cosas no le hago caso a mi viejo. Antes, sí, pero ya no. Siempre me decía que tener novia y amigos era para distraerse de lo que de verdad importa: tratar de volverse millonario rápido. Él intentaba jugando a la quiniela y esas cosas. Nunca ganó nada, pobre viejo, y ahora que se jubiló no puede apostar porque entonces tiene que comer arroz o polenta todos los días. Con mi vieja no se habla. Para mí que está esperando que llegue la muerte hace años, pero no le toca. Se estuvo preparando toda la vida para ese momento y no viene más.
Como decía, yo sí tengo mi novia, hace un año ya. Mi primera novia. Me convenció ella, yo le decía que era al pedo, que para qué ilusionarnos. Y ella dijo que, ya que estábamos al pedo, podíamos estar al pedo juntos, sin esperar mucho del otro. “Las expectativas están para defraudarse”, dijo, y me conquistó.
A veces me pregunto por qué sigo yendo a trabajar. Sí, qué sé yo, me pago mis gustos: el heladito de los domingos a la tarde con mi novia después de ir a la misa, o la birra que tomo con mis amigos. Bah, no sé si son amigos. Más bien diría que son mis acompañantes hasta el cajón. A veces rezamos juntos y le pedimos a Dios que nos lleve rápido, que esta vida es una mierda y no sirve ni para dedicarle una hora más. Lástima que suicidarse lleve al infierno.
