Andrés Salman, profesor de ciencia, captaba la atención de su auditorio a través de las pantallas que cada alumno tenía frente a sus ojos, aunque estuvieran presentes en el mismo salón. La adicción a las pantallas y el nuevo estilo didáctico de incluir en las clases distintos formatos de multimedia, habían logrado reencauzar la educación que años atrás se debatía entre volver al castigo corporal o sencillamente eliminar las instituciones educativas como estructuras sociales para limitar la formación a un plano individual y familiar.
—La clase de hoy, aprovechando que es ocho de marzo, día de la mujer, aclaro para quienes no saben, quisiera dedicarme a hablar sobre ellas, como se decía en la lengua de aquel entonces. De hecho, se dice que probablemente el género femenino en las palabras —y remarcó el término las— proviene seguramente de la existencia de mujeres en aquel entonces, que son éstas —y tras presionar un botón en una pantalla a su lado, apareció en cada pantalla de alumno, una imagen de una mujer desnuda. Algunos pusieron cara de extrañados, se escucharon un par de risas y cuchicheos por lo bajo. Un alumno tocó un botón y la pantalla le avisó al docente que había una duda.
—Sí, Fratini.
—¿Es verdad que no tenían nada, entonces? —preguntó y se señaló la entrepierna.
—Claro. Bueno, en realidad tenían otras cosas, pero no un pene colgante y testículos. Sigo con la explicación: si me preguntan a mí, entre los inventos y desarrollos científicos que más cambiaron la historia del mundo están, sin dudas, la rueda, la pólvora, la radio, la energía atómica, y el útero artificial —los alumnos podían ver en imágenes cada uno de los inventos a los que se refería—. El que transformó la realidad casi por completo fue el último. Según los más grandes historiadores contemporáneos, la transición a la nueva etapa empezó en Argentina, cuando el gobierno decidió borrar a las mujeres en términos históricos. La primera medida fue, un día de la mujer, eliminar el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada. Un año más tarde, la prohibición de mujeres de ocupar cargos públicos. Supuestamente, la idea se trataba de volver a un sometimiento como el de siglos atrás, donde las mujeres no podían decidir ni siquiera con quién casarse. Sí, Altamirano —Salman dio pie a una pregunta.
—¿Qué es eso? —preguntó el alumno.
—Gracias por su pregunta, me dio un pie excelente. Antes, las familias se constituían por un hombre y una mujer, y a partir de ahí, mediante prácticas sexuales, la mujer quedaba embarazada y nacían los hijos. No venían de úteros artificiales como nosotros, y por eso digo que fue la transformación más importante de todas. Borró del mapa a la mitad de los humanos. Imagínense un mundo en el que existían baños para hombres y para mujeres, ropa para hombres y para mujeres, y todo tipo de productos y consumos diferenciados, desde deportes y música, hasta películas y pornografía. ¿Tiene una pregunta, Ahumada?
—Yo escuché que las mujeres desaparecieron porque no se pudieron adaptar, que eran más débiles —preguntó Ahumada con el sonido del chicle en su boca.
—Bueno, no. De hecho… y esta es la polémica que existe hace unas décadas. Estadísticamente, los años en los que más avanzó la humanidad en términos científicos y tecnológicos fueron esos en que las mujeres tuvieron más participación en esos campos. Claro que también había una situación económica mejor que la de siglos anteriores, pero no mejor que la de ahora. Luego de su extinción, los hombres al parecer perdieron un motor. No se entiende todavía si era una cuestión espiritual. Hay mucha literatura en la que la mujer figura como un objeto de deseo, donde su mera atención provocaba que los hombres se atrevieran a todo tipo de proezas; siempre, claro, en busca del sexo de la mujer, algo que en el caso del hombre resulta mucho más fácil de conseguir. Por ejemplo, todos sabemos que en este momento debe haber, al menos, cuatro o cinco muchachos teniendo sexo en el baño, escapados de sus clases. No está permitido, pero está aceptado. En aquel entonces, para los hombres era mucho más difícil acceder al sexo, por eso existió el odio de algunos idiotas y la intención de limitarlas.
—¿Y por qué las eliminaron, entonces? —preguntó uno sin tocar el llamador de su pantalla.
—En realidad no las querían eliminar. Amaban a las mujeres a pesar de que los rechazaran, quizás porque —y alzó un dedo al cielo para reforzar esa palabra— los rechazaban. En ese momento, los que empezaron con este proceso eran homofóbicos y de ninguna manera hubieran tenido sexo con un hombre. Después de que se pudiera reproducir el hombre sin necesidad de una mujer, y a esa altura, por temor de los hombres más que por otra cosa, se las destruyó, violentamente. Y la sociedad se estancó, sin horizontes difíciles ni desafíos.
