9. Negocio familiar

17 de febrero de 2024 | Diciembre 2023

La reunión se había convocado en la sede central. La familia Argento tenía tantas generaciones que ya ni siquiera podían ponerse de acuerdo en quién era quién en los retratos colgados por doquier. Solamente se acordaban bien de José y Manolo, los fundadores, primos entre sí. En cambio a Juan Manuel, a Justo, a Bernardo, a Martín, a Bartolo, al mismo Mingo, entre tantos otros, les costaba identificarlos. Alguno que otro nomás tenía suerte y le pegaba en la identificación. En el caso de las mujeres, era más fácil identificarlas, porque había solo dos: Juana y Beba.

Solamente tenían retrato los más importantes en la historia, de la primera época mayoritariamente. Después, con otras costumbres, se había impuesto la idea de que era un tanto desubicado ponerse a la altura de los que de verdad tenían epopeyas en la espalda.

Al principio, el negocio fundacional, era la ganadería. Después, a medida que la familia crecía en ramas, cada uno se fue haciendo su propio camino, incursionando en otros negocios como la agricultura, la pesca, la minería; pero la sangre había mantenido el destino de todos esos proyectos bajo el mismo timón. Se rotaban la dirección del conglomerado de empresas por períodos y trataban de mantener cierto nivel de organización democrática.

—Muchachos, ¿cómo andan? —saludó Genaro, el hombre a cargo de los siguientes cuatro años—. Les agradezco mucho a todos que hayan venido en representación de sus filiales del negocio que tanta bonanza le trajo a la familia. Sobre todo porque pudieron venir todos juntos, y no hubo que partir la reunión ni hacer varias para definir este asunto. Como ya saben, el panorama que se viene está complicado. Tenemos muchas deudas para pagar. Las últimas épocas no tuvieron balances positivos y ahora, digamos, es menester reorganizar la empresa. Por supuesto que todo lo que charlemos acá después va a ir al Consejo donde vamos a votar todos los Argento, pero me parece más ordenado, o sea, más eficiente, resolver acá todo lo que se pueda para que el Consejo solamente tenga que aprobarlo. Acá, con Marina, estábamos pensando como un punto fuerte para el período que se viene en volver a colectar la cuota solidaria entre todas las filiales ara poder afrontar los gastos centrales y que sirva para repartir, digamos, entre todas las demás en función de las necesidades de cada una. En principio sería, digamos, por uno o dos años.

La familia se dividía en dos respecto de la propuesta: estaban a favor los que decían que no había que haber dejado de recaudarla desde un primer momento; en cambio, las otras, que habían impulsado la eliminación de la cuota en el Consejo, se opusieron. Decían que era función histórica de la administración central, al ser la cabeza del grupo, el reparto algunos dividendos, que ahora se les quería retacear con la excusa de la situación económica. Varios de ellos, antes de la reunión, habían pensado llevar otra propuesta: la de repartir entre todos las arcas de la administración central.

—Me están cagando —se alteró Genaro—. Hoy a la tarde tenemos, o sea, una reunión con el proveedor y comprador más importante del negocio y seguramente me van a preguntar qué pasa con el nuevo panorama. Yo ya le había dicho que íbamos a volver a poner la cuota solidaria. Necesitamos que se apruebe en el Consejo sí o sí. Si no, digamos, no vamos a poder continuar con la empresa y nos vamos a la quiebra. No hay plata. No hay plata —repitió para más énfasis—. Tenemos que repartir el esfuerzo entre todos para poder equilibrar las cuentas.

—Podés presentar en el Consejo la propuesta que consideres mejor. Los demás, que por suerte tenemos las filiales más importantes, vamos a ir con nuestro proyecto, y la votación definirá —señaló uno de los opositores.

—¿Y qué le digo al proveedor?

—Que todavía no sabemos cómo vamos a hacer. Nosotros no nos vendimos con ningún proyecto todavía.

Genaro y Marina, en su primera función a cargo de la administración central, entendieron que había comenzado una nueva etapa de la familia con su dirección y que no tenían otra alternativa que actuar en contra de las filiales y del Consejo, pero siempre en su propio beneficio.

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