El número era perfecto: veinticuatro alumnos había en el curso que le tocaba ese año a Dolores, la profesora de geografía. Disfrutaba cuando cada estudiante podía exponer en particular sobre cada provincia y la Ciudad Autónoma. Odiaba, por el contrario, cuando el número de estudiantes era desde veinticinco para arriba y también le molestaba cuando le tocaba dejar alguna provincia afuera. La Ciudad de Buenos Aires era siempre la primera en ser descartada.
El orden de las presentaciones era de sur a norte en el mapa y la asignación al curso era por orden alfabético. Las pautas eran sencillas: debían exponer respecto de la ubicación, superficie, organización territorial y política, población, economía, bioma, historia y otros datos de interés, a lo cual Dolores había sugerido tener en cuenta los destinos turísticos.
En la tercera clase después de otorgada la consigna, la indicada para hablar de la Provincia de Chubut era Julieta Bulat. A ella nunca le daba miedo ni vergüenza tener que pararse frente al resto de la cursada. A veces, aunque no estudiara, aprobaba apenas con fingir conocimiento y hablar con seguridad. Para esa oportunidad, a pesar de no haber estudiado, alcanzó a pasar por algunas páginas de internet durante la clase anterior y el recreo.
—Bueno, Bulat. ¿No trajo ninguna cartulina ni fotos ni nada, no? —preguntó Dolores y Julieta negó con la cabeza—. Comience cuando quiera.
—La Provincia de Chubut es la tercera más austral del país. Su nombre se debe al Río Chubut, originario de la lengua teushen, un idioma que no existe más. El significado de la palabra chupat o chuvug podría ser «transparente» o «tortuoso» debido a la cantidad de vueltas que da el río.
—¿Cómo se llaman las vueltas esas que da el río, Bulat?
—¿Meandros? —contestó ella con los ojos entrecerrados mientras buscaba en su cerebro conocimiento de años anteriores.
—Muy bien. Continúe.
—Como decía, el nombre se lo da el río, que nace en el Cerro de las Carreras, en la Provincia de Río Negro —señaló al techo—, aunque a pocos kilómetros llega al territorio chubutense, el cual atraviesa de oeste a este, pasando por el Embalse Florentino Ameghino y el valle fértil, que es donde están las ciudades de Rawson, su capital y Trelew, la ciudad más importante, hasta desembocar en el Océano Atlántico en la Bahía Engaño. La longitud del río es de ochocientos diez kilómetros —abrió los brazos como si tratara de alcanzar esa distancia—. En cuanto a la superficie de la provincia, alcanza un total de casi doscientos veinticinco mil kilómetros cuadrados —señaló el pequeño mapa del aula, donde Chubut era casi invisible—. En cuanto a su organización territorial, la provincia está dividida en dieciséis departamentos, de los cuales quince están en el territorio continental y uno en el mar territorial provincial. Esos departamentos incluyen veintisiete municipios autónomos y veinte comunas rurales. Respecto de su economía —se acomodó el pelo detrás de la oreja y empezó a enumerar—, es una provincia que vive de la pesca, del petróleo, que no vive de la minería porque se votó la ley y luego se echaron para atrás, pero podría hacerlo porque tiene un yacimiento de plata y desde la costa hasta la montaña tiene todo tipo de minerales…
—Bueno, Bulat —interrumpió Dolores con una mano en alto—. Al margen de que yo no coincido con su opinión política, le está faltando referirse a algo. ¿Qué necesita el Estado para constituirse como tal?
—No entiendo.
—¿Quién vive ahí? —preguntó la profesora abriendo los brazos como si se tratara de una obviedad.
—Bueno, eso ya sería tema del bioma, ¿no? —contestó con seguridad—. Hay como un millón de guanacos viviendo allá, pero también…
—¿Me está cargando, Bulat? Siéntese, tiene un dos —resolvió rápido la docente con un notable enojo.
—No, pero… —la alumna se quejó sorprendida.
—No elija nunca ocupar la función pública nacional, Bulat. Llega a decir una animalada así y va a ser una falta de respeto para cientos de miles de personas. Siéntese y vemos después si le doy oportunidad de levantar la materia —sermoneó la profesora Dolores con altura.
