78. Innovación delictiva

27 de febrero de 2024 | Febrero 2024

Los primeros que me dieron la bienvenida fueron los penitenciarios. Ellos fueron más suaves cuando les tocó, aunque se encargaron de avisarle a toda la población del penal lo que había hecho. De cualquier manera, algo ya se sabía porque la detención salió en vivo en televisión. Buena gente la de la tele. Creo que le debo a ellos el brazo roto más que a los penitenciarios y a los mismos presos, que después de la paliza me dejaron en calzones y sangrando.

Después lo conocí a César. Cuando la paliza terminó y quedé solo, él me miraba desde lejos. Habrá visto cómo intentaba incorporarme entre lágrimas mientras hacía fuerza para tragarme los gritos. Me hizo llegar a la enfermería algo de ropa, que me quedaba ajustada porque él es más chico de talle pero era mejor que estar prácticamente en bolas. Me consiguió calzado que después le tuve que pagar, muy caro.

Cuando tuve el alta de la enfermería le pregunté por qué me ayudaba. Contestó que una cárcel no era un buen lugar para estar solo, pero se notaba que él también era excluido como yo.

—¿Valió la pena? —quiso saber César. Cuando hablaba acompañaba las palabras con movimientos de las cejas.

—¿Qué cosa? —me hice el boludo.

—Haber cruzado la frontera. Ahora estás en redes, en la tele, en la radio. Todos hablan de tu caso. Te van a usar de ejemplo.

—Por lo que hablé con el defensor, parece que van a inventar un delito nuevo con mi nombre.

—¿Y qué dice la carátula de tu causa?

—Contrabando… Me ofrecieron pasar seis años acá. Y me querían poner traición a la patria pero entendieron que era demasiada condena por cargar el tanque de nafta de la camioneta y traerme un bidón —me mordí el labio y miré el piso donde las hormigas se llevaban unas migas—.  Está tan barato allá en la Patagonia, casi un regalo… Es culpa del gobierno que yo me coma este garrón, por ellos se partió el país en pedazos.

—¿Solo un bidón de más trajiste? ¿No era para vender?

—No, si ahí sí hubiera sido contrabando, creo. Era para cargarme acá la camioneta, si acá ya no se puede ni pagar con lo que sale, y yo necesito para trabajar. Hago repartos y también algún que otro flete. Pero prefería traer así de a poco, cruzar la frontera por el desierto dos veces por mes y listo.

—¿Y tu familia? No te trajo nada…

—Ahora me quedé solo. A mi señora le decía que iba porque tenía una amante. Le pareció más leve eso que cargar nafta en la Patagonia. A mis hijos no los voy a ver hasta salir. Y mis amigos también, ya no me van a bancar, si hasta algunos se ofrecieron para ir al ejército a cagarse a tiros con los patagones. Menos ahora que va a haber un delito con mi nombre…

—Si te sirve de consuelo, no lo pueden usar contra vos porque no existía hasta que lo hiciste.

—A mí ya me arruinaron. Viéndolo ahora, te digo que me convenía quedarme a vivir allá que necesitan gente y mandar a la mierda a mi señora, buscar trabajo con la camioneta allá y… Si encima están cagados en guita.

—¿Y si nos escapamos? —sugirieron sus cejas.

Lo miré serio. Levantó dos veces las cejas con una sonrisa sin decir nada.

—Allá seríamos libres, si no hay convenio de extradición y para ellos no cometiste ningún delito —agregó.

—¿Y vos qué hiciste?

—Estafas, falsificaciones. Pero no importa, allá me hago un documento, me cambio de nombre y a la mierda.

Apenas un mes nos hizo falta para armar un buen plan, fugarnos y llegar hasta Río Negro. En el medio tuvimos que robar algunas cosas, pero nada más. Acá se vive bien. Los paisajes son hermosos, la energía se regala, hay prosperidad y trabajo. Eso sí, mucho viento.

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