76. Guerra

26 de febrero de 2024 | Febrero 2024

La situación no se aguantaba más. Si hasta los propios aliados se tuvieron que alinear contra el presidente después de que éste cortara el reparto de ingresos del país, necesario para las administraciones locales. Tan brava estaba la lucha por los recursos que ya no quedaba papel higiénico en las góndolas. Por algún motivo, ante la catástrofe, se repetía el escenario de la pandemia de coronavirus.

Chubut fue la primera en declarar la guerra contra el Estado Nacional. Casi sin quererlo, en realidad, si era más que nada contra el Ejecutivo. Los otros poderes no tenían la culpa. El gobernador ordenó armar a la policía de inmediato y el ejército, en este caso, gracias a una jugada de la política local, se alineó con el gobernador. La gendarmería y la prefectura, en cambio, quisieron cumplir las órdenes del Estado Nacional, pero no duraron mucho.

El efecto contagio se propagó por la Patagonia casi de inmediato. En Tierra del Fuego la policía también encabezó el enfrentamiento contra un ejército que, esta vez, sí tenía intenciones de defender al presidente. Pero la alta concentración de científicos que, previsores, habían desarrollado armas a escondidas, permitió que la balanza se inclinara en un santiamén en favor del pueblo y el gobierno local.

Provincias como Santa Cruz y Río Negro se alinearon muy fácilmente. En el caso de la primera, con bastante más sangre que en los otros casos, pero se conquistaron las armas y la posición política de declaración de guerra. La Pampa fue la más sencilla, prácticamente con ordenar el gobernador a su policía, se encaminó entera hacia la frontera con la provincia de Córdoba, territorio en disputa.

Es que en Córdoba, Mendoza, y parte de Neuquén el presidente tenía apoyo mayoritario y, aunque los gobernadores intentaron una posición de guerra, sus poblaciones decidieron encolumnarse con el ejército y las fuerzas policiales, en este caso, todas del mismo bando.

Algo similar había ocurrido con Salta y Tucumán, que vieron rápidamente sus fronteras custodiadas por chaqueños, santiagueños, jujeños, riojanos y sanjuaninos.

Santa Fe y Buenos Aires se dirigieron hacia la Capital Federal con ejércitos civiles improvisados, pero tan numerosos que los hubiera envidiado cualquier creador de efectos especiales. Mientras tanto, en el Litoral y Formosa el escenario era disputado: las fuerzas federales y el ejército nacional tiraba a mansalva contra civiles y policías. Allí los muertos se contaban de a cientos. Las fuerzas federales resistían pero con muy poco apoyo civil y no podían enviar tropas a la Capital, que era lo que le importaba al gobierno nacional.

El presidente, como en una nueva provocación, se autoproclamó emperador, aunque no había imperio ni nación en crecimiento sino lo opuesto. El país se resquebrajaba por lo bajo, con batallas campales, enfrentamientos a tiros y ataques comando entre ciudadanos que se sentían representados por uno u otro bando.

El mapa de la guerra civil se dibujaba y la revolución de los idiotas comenzaba su apogeo.  

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