Arrasar, según el diccionario, “allanar la superficie de algo” o “echar por tierra, destruir”. Hay más definiciones posibles, pero creo que esas dos son las que definen el temporal.
Me gusta buscar algunas palabras en el diccionario, porque siento que así aprendo algunas cosas. Ya sabía qué quiere decir arrasar, pero lo busqué igual, para ver la definición exacta. Como hicimos con mi señora ayer, antes de que todo comenzara, con “rayo”, “relámpago” y “trueno”. También dijimos refucilo, pero al final esa es sinónimo de relámpago.
Una hora después no podíamos buscar más palabras. Había que sacar el agua de la casa, juntar los vidrios y poner bolsas para cubrir donde antes teníamos chapa o ventanas. Qué bravo se puso. Todo ese lío entre los chicos que lloraban y los perros que no sabían qué hacer. Ladraban al viento, a la lluvia, se escondían, estaban como locos. También otros del barrio lo hacían, así que capaz que era por contagio, como les pasa.
Por suerte teníamos unos tachos de pintura que me habían quedado de un trabajito y metimos el sillón arriba, que lo cargamos con todo lo que no queríamos que le tocara el agua, para que no se arruinara. Porque al principio, podíamos sacar el agua, pero después la calle ya no drenaba nada. Era un barro recargado como con piletones por todos lados. Por momentos, había agua hasta los tobillos. Menos mal que mi señora había insistido con el tema de las botas de lluvia, para ir a trabajar y para que los chicos vayan a la escuela. Me las puse y, cuando aflojó un poco el viento, ya era de día o casi, me fui para la casa de mi hermano que se le había ido todo el techo. Llevé el plástico que le ponemos al piso cuando pintamos; pudimos cubrir un poco con eso. En el medio me crucé con cualquier cosa tirada por la calle,. Un desastre con todas las letras. Ropa, pedazos de muebles, juguetes. Hasta un árbol de la plaza se había caído, que justo lo estaban corriendo unos vecinos y los ayudé. Pesaba más de lo que parecía, si era más bien chico. Bah, no tan grandote, digamos.
En lo de mi hermano también estaba su cuñado, que dijo que se había muerto gente por el temporal. Que se habían caído techos, paredes, árboles. Él tenía luz y datos de celular, en mi casa no había nada, si hasta me enteré que mi hermano no tenía techo por un vecino.
El plástico no cubría todo y tenía alguna que otra pinchadura. Pero más o menos sirvió la cosa. Era más fácil aguantar algunas goteras con ollas, latas, tachitos, vasos, antes que dejar pasar todo. Yo me pude comunicar con mi mujer y me dijo que estaba todo más o menos bien, que ella se encargaba de lo demás.
Cuando más o menos estuvo ordenado todo, nos fuimos al corralón de Tapia. Ya era la tarde y por suerte había parado de llover. Aunque era domingo había abierto un rato para ayudar a la gente. Pero claro, cobraba. Gratis no es nada. Y ya no tenía chapas ni nada que pudiera servirnos mucho. Le compramos otro plástico que servía para reforzar el mío. En la oficina estaba la tele encendida. No llegué a escuchar lo que decía pero el presidente estaba disfrazado de payaso. Y otro ministro también. Después me enteré que a las víctimas las mandó a arreglarse solas, más o menos. A pelearla.
Fui a comprar unas tortafritas para compartir con mi señora y los nenes, así por lo menos entre todo el bardo teníamos una alegría. Lo mojado se iba a secar solo y, si no llovía más, no había nada más que hacer que esperar. A la tarde me llamó Carlitos, para decirme que al otro día teníamos que hacer horas extra seguramente, porque el municipio quería que a los barrenderos más que nada limpiando todo el quilombo, con un poco de ayuda de bomberos en los casos de los árboles caídos. Pregunté si en nuestro barrio también íbamos a hacer cosas, que había mucha gente necesitada y la cosa estaba fiera. Él, que es vecino también, me contestó que no, que capaz que al final, pero que lo único programado era ordenar la parte donde viven chetos.
