—¿Sabías que, en realidad, yo vine por primera vez a la Argentina para comprarte? —confesó el tío Andy, como le decíamos en la familia a Andrew, amigo de mis padres, esa tarde que había vuelto a visitar la Argentina y en casa lo recibíamos con un asado. Hablaba español neutro con tonada norteamericana.
—¿Comprarme a mí? —pregunté. Yo tenía mi vaso de cerveza, ahora que era mayor de edad, podía tomar sin esconderme. Andy tenía un whisky.
—¿Nunca te lo dijeron tus padres? —preguntó. Tenía la piel blanca y tirante a pesar de sus sesenta y pico años y los cachetes rojizos. Era flaco y más bien bajo.
—No. Esa se la callaron —contesté.
—Bueno… A mí, en realidad… Me gustan los chicos —dijo Andy.
—Ah, mirá. No sabía que te gustaban los varones —asentí yo.
—No, yeah. I mean… Me gustan los niños.
—Ah, los nenes —entendí y me reí. Él también se rio.
—Exacto. Entonces… Estaba buscando un niño para comprar, para mí. Para tenerlo en casa, en Dallas. Contacté con tus padres mediante un viejo blog de internet. Y vine a conocerte— dijo el tío.
—¿En serio? Mirá, yo ahí pensaba que eras amigo de mis viejos de un viaje anterior, una cosa así.
—Sí, eso le dijimos a ti y a tu hermana, para que…. Bueno, en aquel entonces no era tan fácil comprar un niño.
—No, claro. Me imagino —contesté yo—. Pero, al final, no…
—No me convencí. Recuerdo que habíamos ido a la costanera, y que tú habías pescado algo del río. Y que, cuando lo tuviste en las manos, lo mordiste como un salvaje. Como un animal. Algo de las hormonas se disparó.
—¿En serio? No me acuerdo…
—Entonces pensé “este niño ya tiene once años, pronto tendrá pelos en las bolas”. Y… a mí me gustan los niños, ¿verdad? Los niños no tienen en las bolas. Así que agradecí a tus padres, pero les dije que no te compraría. Y desde entonces, somos amigos.
—Mirá vos, Andy, esa historia no me la sabía. Qué loco, entonces estuve a punto de vivir en Estados Unidos —le dije yo.
—Estábamos frente al aeropuerto. Esa misma tarde iba a comprar los pasajes. Pero verte así, tan… Indomesticable —dejó la frase sin terminar y negó con la cabeza.
—Qué lástima que no se dio, me hubiera encantado vivir allá —le dije yo.
—Sí, yo siempre lamenté no haberte conocido antes. Eso me hubiera dado tiempo a sacarte bueno. Pero la vida nos dio estos caminos, ¿verdad’ —dijo Andy y levantó su whisky para que brindáramos.

