673. Vibrá alto

12 de octubre de 2025 | Octubre 2025

No digo que tenga que ver una cosa con la otra, pero la noche anterior, tirado en la cama, sin cenar —no por falta de comida, sino de ánimo—, Claudio había visto en redes un video que le había cambiado la forma de ver la vida. La rubia le decía que para tener días buenos, había que anunciarlo a la mañana. Claudio se quedó dos horas más mirando el celular: todos videos de la misma rubia.

Se levantó al día siguiente, fue al baño y, justo después de lavarse la cara, forzó una sonrisa al mirarse al espejo. “Hoy es un día genial”, se dijo y se repitió tres veces, cada una más convencido que la anterior.

Salió de su casa y fue a la parada del colectivo. Media cuadra antes, vio cómo tres colectivos de la línea que debía tomar se iban sin él. “Menos mal”, pensó, “seguro que los tres van a chocar”. Esperó una hora hasta que llegó el siguiente. Perdió el presentismo y lo apercibieron en el trabajo.

Una semana más tarde, se levantó, fue al baño y, justo después de lavarse la cara, forzó una sonrisa al mirarse al espejo. “Hoy es un día excelente”, se dijo y se repitió tres veces, cada una más convencido que la anterior.

Salió de su casa y fue hasta el trabajo. En el portón del depósito se enteró de que, a partir de ese día, dejaba de ser empleado. “Menos mal”, pensó, “ya estaba cansado de este trabajo”. Pasó por la oficina de personal, donde le anunciaron cuánto y cuándo le depositarían la indemnización.

Al mes, despertó una mañana, fue al baño y, justo después de lavarse la cara, forzó una sonrisa al mirarse al espejo. “Hoy es un día bárbaro”, se dijo y se repitió tres veces.

Salió de su casa hacia la única entrevista de trabajo que había conseguido después de semanas. En medio de la entrevista, un diente suyo, negro por dentro, cayó sobre el escritorio. “Menos mal”, pensó, “ya me estaba doliendo ese diente”. La de recursos humanos dio por terminada la entrevista.

Al mes siguiente, despertó una tarde, fue al baño y, justo después de lavarse la cara, forzó una sonrisa al mirarse al espejo. “Hoy es un muy buen día”, se dijo y se repitió dos veces, desganado.

Agarró su tupper y salió de la casa directo al comedor del barrio. Pidió raciones de la olla, pero ya no había. “Menos mal”, pensó, “con lo fiero que cocinan acá”. Conisguió pan y facturas del día anterior en una panadería.

Semanas más tarde, despertó al mediodía, fue al baño y, sin lavarse la cara, forzó una sonrisa al mirarse al espejo. “Hoy es un buen día”, se dijo.

Fue al médico. Tenía turno agendado hacía un mes y medio. Revisando sus estudios, el médico le anunció que tenía cáncer de páncreas avanzado y que no le quedaba mucho tiempo de vida. “Menos mal”, pensó Claudio.

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