Viste cómo soy yo, que cuando de festejo se trata me pongo alegre de más. Me desentiendo de mí mismo y de las responsabilidades, digamos. O, como dijo un amigo, me dejo ser. Ser. El resto del tiempo no soy. Quizás por eso soy actor. Porque no puedo ser yo, salvo por escenas particulares de mi vida: la actuación y las fiestas. Por eso o por la fama…
La cuestión es que actor y fiesta son dos palabras que cuando se juntan son peligrosas. Y yo tengo una tendencia al desenfreno, a lo… Animal. Me transformo en una pantera que por error, en plena caza nocturna, se cenó una mula que estaba pasando por la frontera doscientos gramos de cocaína en el cuerpo y queda re puesta. No come por un año la pantera.
Algo así, pero no siempre con cocaína, vengo a ser yo. Es que me relajo más. Me hace feliz.
No se piensen que soy un adicto, eh. Que yo consumo cuando quiero. Y por eso tengo un sistema de rotación de sustancias, como para no quedar pegado en ninguna. Me funciona bien. Es caro, pero vale la pena. Igual que moverse en este ambiente cuando todos te miran de arriba.
Se piensan que soy mal actor solo porque no pagué derecho de piso. Pura envidia. Cuando me los cruzo en la fiesta me saludan y se hacen los copados. Y copadas, más que nada.
La fiesta era mía, en casa, ahí en Núñez. Y yo, como soy de jodón, cuando me pongo divertido no tengo mucho reparo de lo que pasa alrededor, como que me pongo… No sé, juguetón.
El tema es que pasaron por la puerta unos… Siete gringos gigantes, con una espalda, unos tubos tremendos. Tocaron timbre y Nico me tira “dejalos que pasen, boludo”, y yo les dije que pasaran, que era una argentinian party. Pero no argentinian… negro, digamos.
Cuestión que yo me perdí entre la gente, unas pastis, bebidas, un poco de porro también fumé, confieso. Y me fui a dormir con Chiari a las diez de la mañana. En la casa había gente todavía.
Al otro día desayunamos re chill, en el jardín y ella se fue. Ahí me entero que todavía estaban los chicos estos, los americanos. Y, nada. Hablamos un rato, todo tranqui y como que se quedaron. Como que para ellos la joda seguía. Pero solo escabiaban.
Y fueron pasando los días y yo los veía que se habían como instalado. Y un día casi les pido que se vayan, pero después pensé “son las vacaciones de los chicos, boludo, no da. Después se vuelven a su país”.
Además, en el medio de todo, ellos se fueron haciendo amigos de mis amigos. Hasta de Susi, la empleada, que la enganché enseñándoles guaraní.
Pero llegó un momento que… como que no volvían más a la casa. Ni a trabajar, ni a ver a la familia, nada. Llevaban como seis meses en casa. Encima, me acuerdo que empezaron a hacer un chiste ellos como que me iban a echar a mí.
Eso ya no me gustó, así que un día fui, los encaré y les estaba por decir y me dio… No sé qué. Pero no les pude decir que se vayan. Y todavía están ahí, en casa. Como si la joda no hubiera terminado.
