65. Opiniones blandas

18 de febrero de 2024 | Febrero 2024

El club naufragaba en un mar de dificultades tanto económicas como deportivas que no se resolvían durante los últimos años. Entre tantas angustias, la comisión directiva consideró que la solución debía basarse en buscar a una persona que fijara criterios de desarrollo deportivo, al menos, en el ámbito futbolístico, el único en el que se desempeñaba de manera profesional.

En un mundo donde cada pibe que se destaca con la pelota dura en un club argentino lo que un cubo de hielo en el asfalto santiagueño durante una tarde de verano, se veía la posible solución a ambos problemas en la cantera: era imperioso sacar juveniles que jugaran bien al fútbol, ganar puntos, venderlos y sanear la economía. Al mismo tiempo se consolidaba un estilo de juego y una identidad futbolística.

Por eso, después de varias averiguaciones y entrevistas, el club se había decidido por la contratación de Carlos Rigoldi, que en la entrevista se había destacado por exhibir un proyecto completo y serio, que consideraba desde la cantidad de pelotas necesarias para un entrenamiento hasta la formación ideal y la altura del nueve al momento del salto en el área.

El primer mes la cosa había ido bastante bien, los grupos y técnicos se adaptaban y empezaban a trabajar en conjunto con Rigoldi de una manera que parecía tener un horizonte claro. Durante el segundo mes, con algunos resultados adversos, el trabajo empezó a apuntar hacia otro sentido, igual que una veleta con el cambio de viento. Eso llevó a los miembros de la comisión a ponerlo a prueba, dado que se corría la bola de que era un poco chanta y se contradecía fácilmente.

—¿Qué onda, Carlos? —lo saludó Rodríguez en el bar—. Así que te compraste un Mini Cooper… ¿no decías que eran una cagada? “Coche sobrevalorado” y no sé qué más.

—¿Yo? No, si son un caño, un fierrazo son. Oíme, el Diego tenía uno hace pocos años…

—Pero si para vos el Diego era un falopero, padre ausente, traidor, mulero, no sé cuántas cosas más —le contestó Garcilazo, cómplice de Rodríguez.

—¿El Diego? ¿El Diegote? —hizo montoncito con la mano izquierda y encogió ambos hombros—. Por favor, ¿qué decís? El Diego fue lo más grande que hay, el mejor de todos los tiempos.

—Si la semana pasada dijiste eso de Messi… —afirmó Rodríguez.

—Y la anterior, de Riquelme —completó Garcilazo.

—No, por favor, ustedes son unos chantas. Estoy hablando del argentino más importante de toda la historia. Su primer coche fue un Fiat 128, y el mío también. Ahora me compré el Mini Cooper como tenía él.

—Y capaz que es de tus últimos coches también. Es más, el otro día dijiste que el argentino más importante era el Papa.

—No, bueno, ¿qué sé yo? —se defendió Rigoldi— Si dije eso, que no me acuerdo, será que cambié de opinión.

—Entiendo, Carlos. A todos nos pasa alguna vez dar vuelta sobre alguna cuestión —lo calmó Rodríguez—. Pero el tema es que acá te contratamos para que vos seas el que fija los criterios de desarrollo de jugadores juveniles e infantiles. Si vos pensás hoy una cosa y mañana o pasado pensás algo totalmente opuesto, siento que no tenemos futuro como club, que va a ser todo un cambalache y no vamos a poder cumplir con lo que espera la gente. Básicamente, vamos a seguir mal como vinimos hasta ahora.

—No, pero, o sea, los que no pueden cambiar de opinión y ver las cosas desde otra perspectiva… discúlpenme si los ofendo, son unos imbéciles que no pueden distinguir una cosa de la otra —se le iba un poco la boca sin tener confianza.

—No, no, momentito, Carlos —le bajó los humos Rodríguez—. Yo he aprendido de mi errores desde que medía esto —bajó una mano a la altura de la rodilla—. Pero lo que no concibo es dejarle decisiones que impactan a futuro a una persona que hoy dice blanco y mañana dice negro, sin que las circunstancias anteriores cambien en lo más mínimo. Vos llegaste con un proyecto que es libertad para los chicos en cuanto al orden en el campo de juego y a la hora de tomar decisiones, ataque en bloque y juego abierto a las bandas, mucha asociación y toque. Si mañana veo que una división juega tirada atrás y a la contra, que otra revolea la pelota en vez de intentar hacer pases, que otra intenta tirar centros desde mitad de cancha, no nos sirve. Tenés que cumplir con lo que informaste que ibas a mostrar.

—No, bueno, digamos, eso depende de las circunstancias, no le podés ir a tirar caños al Real Madrid…

—No, por supuesto. No te pedimos que seas testarudo, te pedimos que seas consecuente —le retrucó Garcilazo con claro disgusto—. Aunque a mí me gustaría que le tiremos caños al Real Madrid pero para eso falta demasiado. El tema ahora es bastante claro: o cumplís con lo que dijiste que ibas a hacer, o traemos a otro que cumpla su palabra. No queremos a un Groucho Marx acá haciendo negocios para él solo —y le clavó una mirada fulminante.

—Ah, es que se lo quieren quedar todo para ustedes, coimeros, mantenidos por el club —acusó Rigoldi y tuvo buenos reflejos para tirarse para atrás en cuanto Garcilazo quiso saltar sobre la mesa para encajarle una trompada.

Esa vez, gracias a la rápida reacción de Rodríguez, que pudo frenar a Garcilazo tomándolo por la cintura, la cosa se iba a las manos ahí nomás, sin vuelta atrás. Rigoldi se fue del lugar a los gritos, acusando que la dirigencia del club lo apretaba para los negocios turbios.

Compartí este pasquín

¿Querés recibir un correo electrónico con los pasquines que se publican en el blog?

Suscribite completando tu nombre y correo electrónico.

Loading

Importante: Te va a llegar un email que tenés que abrir para confirmar tu correo.