El ministro no solía ir los jueves a la oficina. Prefería decir que hacía trabajo a distancia, dejaba instrucciones de algunas tareas a sus funcionarios más directos y se iba a jugar al tenis. Después, algunas veces pasaba por la pileta y otras tantas se iba a la masajista que le hacía masajes con final feliz o, directamente, se encontraba con alguna de las putas que escondían su secreto debajo de montones de billetes.
Ese jueves, la lluvia le arrebató el partido de tenis. El mal humor que le daba no tener su rutina de los jueves y, peor aún, cambiarla por ir a trabajar, era un combo que le arruinaba cualquier expectativa para ese día.
Decidió ir al ministerio para escapar de su esposa, que siempre estaba en la casa. A esa altura, cualquier cosa era mejor que escucharla. De paso, podía aliviar su bronca maltratando a algún empleado. Eso sí: juró no tocar un archivo que tuviera que ver con su función pública.
—Disculpe, ministro —se anunció el secretario de prensa, un chico joven, hermano menor de uno de los influencers libertarios y estudiante de economía—. Ahí están consultando desde los medios si va a haber conferencia de prensa por el accidente en el Roca.
—¿Accidente en el Roca? —preguntó el ministro con desprecio, como si hubiera encontrado con quien quitarse la bronca—. ¿Yo qué tengo que ver?
—Es que ahora nos toca eso por Secretaría de Transporte. Lo que se habla mucho es por los controles que eran de la CNRT.
El ministro se quedó pensativo. En esos casos, la expresión se le parecía a la de asco, casi como un reflejo natural. Después de unos segundos, reaccionó:
—¿Qué y eso es de la CNRT? Yo pensé que era lo del colectivo, controlar que tuviera rampa, que haya asiento de discapacitados… ¿Los trenes también teníamos que controlar?
—Sí, pero igual, ministro, mire que este es el accidente nuestro. El que estaba planeado —aclaró el secretario de prensa gesticulando con una mano en el aire.
—¿Cómo el…? —el ministro relajó desde sus cejas hasta el esfínter en un mismo movimiento—. Pero mirá vos. ¿Era este el accidente? —y se empezó a reír—. Yo pensaba que el presidente había embarazado a la hermana, una cosa así. Qué imaginación —se felicitó.
—No, claro. Es parte del plan de privatización.
—¿Por qué no me avisaron que era hoy? —se quejó el ministro—. Yo como un boludo pensando las apuestas para la Premier de este fin de semana…
—No, eh… —el secretario prefirió no contestar. Le había avisado el día anterior, pero el ministro no le prestaba atención.
—Bueno, ahora… Ahora termino una cosita y me pongo a mirar qué pasó así después te aviso.
—Mire que hubo muchos muertos, eh —anunció el muchacho—. Más de cien.
—Ah, directamente… Bueno. Vos hablá con Olivos. Decí que convoco conferencia en media hora, que se va a retrasar hasta las… Doce, doce y media. Haceme un favor. Hablá con el club y deciles que preparen el yate, por favor, que salgo hoy mismo.
—Perfecto. ¿Y le aviso a los medios que se hace la conferencia?
—Bueno, dale y… —el ministro iba a pedirle un modelo de renuncia, pero prefirió pedirle a la inteligencia artificial que lo hiciera por él—. Avisale, por favor, no sé si… A lo mejor no estaba enterado como yo, el próximo ministro, pero que se prepare para asumir.
