605. Compensación

3 de agosto de 2025 | Julio 2025

El acuerdo del gobierno con los productores agrarios por la baja de retenciones incluía, implícitamente, la condición de que la lista oficialista ganara en las elecciones. Desde la Casa Rosada se había hecho un cálculo usando las curvas de Pareto y la fórmula de ecuaciones de Friedman mediante el cual, aseguraban, podría compensarse una derrota en el conurbano bonaerense de más de diez millones de votantes con los menos de cuatro millones del interior de la provincia.

Para eso, resultaba necesario que los productores resignaran las ganancias que iban a percibir por la eliminación de las retenciones futuras y las destinaran, de alguna manera, a garantizar los votos en favor del gobierno.

A Fermín Ruiz, dueño de casi todo un partido del suroeste bonaerense, le había llegado una carta desde la seccional de la Sociedad Rural Argentina, en la cual se le daban algunas ideas para ejecutar de cara a las elecciones.

En su municipio, el presidente había logrado una buena elección en las elecciones generales, con lo cual la tarea resultaba, a priori, bastante más sencilla de lo que podía ser en otros partidos de la provincia.

Fermín, entonces, decidió desplegar un escuadrón de campaña con empleados suyos. Mandó a pegar carteles, repartir volantes, compró espacios en la radio, pagó publicidad en redes sociales y armó un camión que recorría las localidades del partido.

Sin embargo, los sondeos que hacían a modo de encuesta los empleados de su estancia y tambo no daban cuenta de un resultado tan abrumador como el que se necesitaba.

Fermín, embanderado detrás del partido del gobierno, decidió devolver el favor con igual generosidad que la recibida: mandó a sus hombres más leales a buscar a aquellos que sabían que votarían por la oposición y a hacer una oferta de dinero a cambio del voto, a pagarse el lunes siguiente a los comicios.

En cuestión de una semana, el resultado expectable se inclinó a su favor. Compró tantos votos como pudo, aunque, en algunos casos, sus laderos negociadores debieron aumentar la oferta inicial.

En el bar del pueblo, uno de los comprados se fue de boca en un desliz y alguien le tiró de la lengua hasta que cantó todo el plan de Fermín. Una tercera oreja en una mesa vecina, que había vendido su voto por la mitad, se enojó. Y su compañero de copas, que iba a votar al candidato a cambio de nada, aún más.

Se corrió tanto la bola que, en cuestión de horas, no había nadie en el municipio que no se hubiera enterado. Como para que no se esparciera el escándalo al resto de la provincia, Fermín mandó a decir que había sido obra de sus hombres, que se habían ido de boca, pero que nada era cierto.

Cambió de estrategia y mandó a pagar de antemano los votos de aquellos que ya tenía convencidos de la negociación anterior.

Pero fue el candidato principal del gobierno quien se encargó de arruinar los planes: acusó de mentiroso entre varios insultos a uno de los hombres que Fermín Ruiz había encomedado a comprar votos, en la puerta de la escuela, mientras retiraba a su hija, frente a decenas de estudiantes y algunos padres, docentes y vecinos.

El acusado lo miró serio, se dio vuelta y se fue a su casa. Le aseguró a su jefe que mantenía las tareas de compra de votos pero, lejos de eso, hizo promesas de pagos que no cumplió.

El día de las elecciones, varios de los que habían sido comprados y jamás abonados, enojados por el engaño, terminaron dando vuelta sus votos y acompañaron a la oposición. Sumados a los escandalizados por la compra de votos, el gobierno logró, entonces, su peor elección en toda la provincia.

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