El gobernador dormía en el sillón chesterfield del despacho que ahora le tocaba ocupar. Hacía apenas días que había asumido el gobierno y, al ser un hombre bastante acostumbrado a una rutina determinada, le costaba acomodarse a un nuevo lugar.
Ese sábado le había pedido a casi todo el personal designado con cargos políticos asistir a las oficinas para adaptarse en las nuevas tareas y evitar cualquier riesgo de desorden o que se pasara por alto el más mínimo detalle que pudiera jugarle en contra a su imagen. Los medios estaban comprados, pero no se fiaba de todos, y temía que la gestión anterior hubiera dejado una bomba activada para que explotara en su mandato.
El secretario golpeó dos veces la puerta y entró sin esperar la respuesta.
—Georgie —saludó.
El gobernador se levantó de golpe y se sacó el antifaz con auriculares y bluetooth que usaba para evitar la luz y escuchar música que lo relajaba durante el sueño, chiches caros e inútiles no le faltaban.
—Ah, estabas durmiendo —se incomodó el secretario—. Disculpame, vuelvo después.
—No, no, quedate. Estaba descansando los ojos nomás —contestó sin poder abrirlos prácticamente.
—Ah, como se veía todo desde afuera pensé que… Si querés dormir le corrés la cortina con este botón, George, y ahí no te va a molestar nadie.
—¿Cómo que se ve? ¿No está puesta? —y miró extrañado para afuera. Creía que era como un polarizado donde él sí podía ver, sin ser visto—. Decime, ¿pasó algo?
—Sí, te quería contar que ya se van los de la protesta de allá del palacio.
—¿Los indios?
—Sí, je —hizo una sonrisa de complicidad con el desprecio—. Se están yendo.
—¿Ahora? Pero, ¿cómo que ya se van? Todavía no llegamos a usarlos.
—¿Cómo?
—Y claro, si ellos no están protestando contra nosotros, están protestando contra su gobierno, contra sus jueces, contra todos menos contra nosotros. Yo ya venía pensando algunas ideas para hacer algo que me hiciera quedar bien y que debilitara a los otros en la interna nuestra… Bueh, la puta. Escuchame, entonces vamos a mostrar un poco de mano dura que está de moda. Haceme un favor: hablá con la gente de Seguridad. Deciles que manden un operativo. Importante, que todo esté bajo nuestro control. Y hablá con prensa, para que se pongan en contacto con muchos medios, que lo hagan saber, que manden a alguien para filmar y para… bueno, eso. Lo que haga falta.
—Pero creo que ya se están yendo, eh.
—Entonces, vamos, ¡rápido!
—Pero, George… creo que ya tenían el colectivo ahí, todo listo.
—Que vaya la policía, y si no saben qué hacer, que los ayuden a juntar las cosas y a ordenar todo. Que muleen un poquito, que no les va a hacer daño.
—¿Querés que mande también gente para ordenar y dejar todo limpio?
—Y… qué sé yo. La moda es la mano dura, no la limpieza. Mandá igual, no sé.
En cuanto el secretario salió del despacho, el gobernador encontró el botón que hacía que no se viera afuera de la oficina, para retomar la siesta del sábado.
