578. Marca ACME

16 de julio de 2025 | Julio 2025

“Hecha la ley, hecha la trampa”, reza el dicho. Pero, a veces, la trampa también viene antes de la ley, como para que la ley no se haga. En este caso, para que no se enojaran los cocodrilos del bolsillo del gobierno nacional, cuyo criterio de selección cuando de largar un mango se trata consiste en el tamaño de la billetera de quien lo necesite.

La cuestión es que, ante una inminente votación en contra de los planes del presidente, luego de que éste se encargara de unirlos a todos contra él, la hermana del presidente reunió a colaboradores ingeniosos que aportaran ideas nuevas.

La reunión fue en el Salón de Honor del Congreso, a escondidas de la vicepresidenta traidora. Estaban Karina, Pepe Le Pew, el Coyote y el gato Silvestre.

—Necesitamos ideas que eviten la votación ahora mismo —introdujo Karina, después de tomarse medio ansiolítico.

—Podemos trabar las puertas del Congreso, perseguir a los senadores y convocar a los policías para que nos ayuden. En cuanto los tengamos atrapados, podemos empezar a comerlos —sugirió Silvestre y se relamió.

—No los vamos a comer —sentenció Karina.

—Mejor idea sería endulzarlos con nuestro encanto a todos, besarlos hasta que la Tour Eiffel se derrumbe mientras les repetimos je t’aime mon amour, y les rogamos que no voten la ley, a cambio de nuestro eterno amor—Pepe Le Pew cerró su propuesta con una sonrisa de ganador y los ojos cerrados.

—No voy a besar a Luis Juez… aunque a Mayans… o a Di Tullio… —Karina dudó con la mirada clavada en el techo— pero no, esas ideas no sirven.

—Señora, si me permite —el Coyote pidió permiso con una mano en el pecho, la cabeza apenas inclinada, y un cigarro en la mano derecha. Usó la atención para largar el humo de sus pulmones y continuó—. Yo tengo unos amigos que nos pueden dar una tremenda bomba gigante, la tiramos en el Senado y se acabó el problema.

—¿En serio? Ese contacto a lo mejor me sirve… Pero no estoy segura. No todavía.

—¿Y por qué no le desconectan el sistema ahí para votar y listo? —preguntó un tercerizado de limpieza que estaba lustrando detalles de bronce de un mueble, a espaldas de Karina.

—¿Y esto? —Karina se dio vuelta alarmada— ¿Quién sos? ¿Qué hacés ahí?

—Estaba trabajando, señora…

—Ah, se ve que no registro más… —dejó la frase inconclusa, sacudió la cabeza y retomó—. Bueno, esta reunión nunca ocurrió.

El trabajador apretó las cejas. Miró las demás sillas, vacías, volvió a Karina y le sonrió.

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