Joaquín estaba en la cama, mirando las redes sociales desde que había llegado de la facultad, mientras esperaba a que Sandra, la empleada doméstica que había trabajado ahí los últimos quince años —en negro, todos ellos— lo llamara para almorzar. Ese día le había preparado unos sorrentinos, como a él le gustaban, con salsa de tomate casera y un toque de crema.
Deslizaba el dedo por la pantalla muy seguido, aunque los videos que el algoritmo le mostraba sí le atraían. Solamente que, sabía él, el deseo de pasar al siguiente video era más fuerte que su interés.
En eso, le surgió un video del presidente. Era liberal como él, y maestro de finanzas, como Joaquín soñaba ser algún día. Lo había votado y volvería a votarlo sin dudas.
Había cosas que le criticaba al presidente, en las que coincidía su madre, sobre todo en cuanto a las formas. En las demás, coincidía con su padre, que estaba fanatizado con su gestión.
Joaquín incluso había sido víctima de una estafa en la venta una criptomoneda que el mismo presidente había promocionado. Así y todo, no vulneraba su confianza en él.
Después de haberlo negado a cualquiera que lo acusaba de boludo durante días, una noche, en la fiesta en casa de un amigo, Joaquín había reconocido, entre balbuceos de borracho, que había sido estafado por su líder político. “Pero yo hubiera hecho lo mismo”, confesó.
Ahora, sobrio y en la cama, miraba el video publicado desde la cuenta personal del presidente. Ahí se lo veía en el jardín de invierno de la Quinta de Olivos, sentado frente a una mesa sobre la cual aparecía su torso en cuero, a pesar del frío que hacía al otro lado del vidrio.
Joaquín estuvo a punto de pasar el video sin detenerse ni siquiera para la introducción. Pero se detuvo antes de deslizar el dedo:
—Argentinos de bien: envío este mensaje para solicitar su colaboración —arrancó el presidente—. Cientos de años de mala administración han dejado al país sin el gas necesario para enfrentar el invierno. Como siempre dije, el Estado hace más que complicar la vida de los ciudadanos. Es por eso que he lanzado una recolección de fondos entre privados para financiar el gasoducto que solucionará el futuro del país. Aquí encontrarán el CBU…
Joaquín pasó el video antes de que terminara. Dudó y volvió a él. Ya había caído una vez, y ahora ni siquiera tendría una recompensa futura. No obstante, las ganas de ayudar a su presidente a salvar al país fueron más fuertes.
Transfirió los dos mil dólares que sus padres le habían regalado para su cumpleaños y se sintió afortunado.
Fue después, mientras disfrutaba los sorrentinos hechos por Sandra, que empezó a ver las repercusiones: acusaban al presidente de estafador y que había omitido mencionar que hacía un mes se lanzado la licitación de las obras para finalizar el gasoducto.
Se sintió tan tonto que se le fue el hambre. Esta vez sus padres no lo consolarían por ser una inexperta víctima. Menos aún cuando, esa misma noche, el presidente anunció que la recaudación de fondos no sería destinada al gasoducto, sino a la creación de su fábrica de motosierras.
