Joel le había prometido a Luisana que en la siguiente noche de truco que viera a su hermano Matías, le contaría que estaban saliendo. El viernes a la noche se juntaron en lo de Jessi, que tenía un quincho en el fondo donde podían hacer lo que querían siempre y cuando no despertaran a sus viejos. Desde ahí podían arrancar a pata para los bares de Ramos Mejía.
Las noches de truco no eran tanto de jugar, sino más bien de escabiar, escuchar música y boludear, pero ellos elegían ese nombre para los viernes a la noche, sabiendo que siempre podía armarse un truco en cualquier momento.
Joel quería decirle a su amigo que ahora eran cuñados cara a cara, en un ambiente privado, pero Luisana insistió tanto y hasta amenazó con cortar, que no le quedó otra fecha. Joel llegó primero, para contárselo cuando Jessi fuera al baño. Así lo había imaginado con Luisana.
Pero Matías llegó último y ya fumado. Joel se había olvidado que ahora repartía pizzas también los viernes a la noche, y que el franco le tocaba el miércoles.
Joel estaba nervioso, y justamente por eso rechazó el porro: a veces le pegaba para atrás. Era mejor fumar con Matías después, cuando ya se reconocieran como familia, a modo de festejo.
Cuando Matías fue al baño, Joel aprovechó y lo enganchó ni bien salió, antes de que volviera a la mesa.
—Gato, una mano. Por una luca. No seas cagón —invitó Joel con el mazo en mano.
Matías aceptó. Tenía en la mano la lata de birra que había llevado al baño. Joel mezcló, Matías cortó, Joel repartió.
—Envido —cantó Matías.
—No quiero —contestó Joel—. Che, boludo, ¿viste que Luli está con esa deuda de expensas? Pensé que capaz, con el aguinaldo, le puedo pagar un par de meses, viste…
Matías lo miró serio. Callado. Jugó un dos de copa.
—Ni idea. ¿Tiene deuda? —preguntó Matías.
—Sí, viste que los últimos meses se complicó —arrancó Joel—. Entonces, ahora que me entra más plata, decía…
—¿Qué me estás, boludeando, Yole? —le preguntó Matías, con el disgusto marcado en la boca.
—No, amigo, ¿qué…? Ni en pedo, pero te quería contar, que…
—¿Te hacés el capo porque vos tenés aguinaldo? Gil —acusó Matías con el mentón.
—¿Eh? ¿Qué decís, Mati? Nada que ver —Joel se defendió con los hombros—. No sé, a lo mejor vos también tenías aguinaldo, qué sé yo… Por eso te decía.
—Si estoy re en negro, boludo, y lo sabés —contestó Matías, ofuscado.
—Eh, Mati, yo estoy en negro y tengo aguinaldo —se coló el comentario de Nara desde la mesa—. Es depende del jefe eso. Igual mi primo trabaja conmigo y no tiene —se rio.
—No, boludo, igual yo decía porque si tenías aguinaldo a lo mejor le podías también dar una mano. Si no, igual yo también le iba … —deslizó Joel, apichonado.
—Y, bueno, pagale —asintió Matías—. ¿Vas a jugar?
Joel tiró un caballo. No se animó a matar al dos, y tampoco a decirle que salía con su hermana.
