548. Perro bajo la lluvia

14 de junio de 2025 | Junio 2025

—Arriba, chicos. ¡Hoy es jueves de elecciones! —Baltasar, emocionado, despertó a sus hijos Catalina y Juan, de dieciocho y dieciséis años respectivamente—. Vengan, vamos a ver qué podemos hacer. Les metió una pastilla en la boca a cada uno y saltaron de sus camas con los ojos enormes y movimientos frenéticos.

—¿A quién vamos a votar, pa? —preguntó Juan.

—Tenemos que ver qué opciones hay en la app —contestó Baltasar—. Vengan, que ya debe estar habilitado el sistema —dijo con una tablet en la mano y los invitó a tomar asiento en el sillón, que era donde también desayunaban, almorzaban y cenaban, siempre mirando la televisión.

—Yo quiero votar a la Faure —dijo Catalina.

—A ver si está —Baltasar achinó los ojos mientras empezaba a ver las posibilidades que había—. Eh… me parece. No. No está hija.

—Bueno. Entonces cualquiera. Qué sé yo.

—Yo voto al gordo ese que tiene cara de boludo —dijo Juan.

—Entonces yo te acompaño en ese voto —sonrió Baltasar y tocó la tablet—. Bien. Terminamos representantes. Ahora vamos a ver qué podemos elegir de economía. A ver… Tenemos libertad especulativa, libertad bélica, libertad concentrada…

—Yo quiero ese, el de producción nacional y desarrollo —sugirió Catalina señaló la pantalla.

—Bueno, vamos —accedió Baltasar y tocó la opción—. No. No la agarra. Se pone rojo en vez de verde. Elegí una de las otras, Cata.

—Que elija Juan —se resignó Catalina levantando un hombro.

—Eh… esa, la que está en mayúscula.

—¿Poder absoluto al ganador? Dale, vamos con esa, entonces. Ahora toca trabajo. Esta opción es para vos Cata, que ya salís a trabajar.

Catalina hizo una mueca de preocupación torciendo la boca a un costado.

—¿Qué te gustaría, hija?

—Ganar bien y ayudar gente —contestó ella con una sonrisa amable.

—Re pelotuda… —dijo Juan por lo bajo.

—Mirá, Cata, eso… yo me fijo, pero dudo que haya —lamentó Baltasar—. Y… no. No hay nada. Ganar bien tenés que… siendo mujer… —dejó la frase inconclusa.

—¿Y ayudar gente y ganar poco? —preguntó Catalina, decepcionada.

—No hay nada de eso, mi amor. Tenés que trabajar en serio.

—¿No puedo estudiar? —respondió Catalina, como pidiéndolo por favor.

—La opción esa no la tengo desbloqueada yo, Cata. Tuviste el padre equivocado, lo lamento.

—No quiero nada —dijo Catalina, se levantó del sillón, volvió a su cama, se tomó una pastilla y se durmió.

—Cata, algo tenés que elegir… —ordenó Baltasar, suave.

—Ya se tomó la pastilla, pa. Tendrías que darle otra de despertar. ¿Le damos? Capaz es mentira que se muere —sugirió Juan, divertido.

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