543. Piñata

9 de junio de 2025 | Junio 2025

La luz blanca de tubo titilaba encima de la bacha. Era, junto con la pantalla de la televisión, la única luz de la casa que iluminaba la mesa, donde las migas del pan de la de la cena anterior se sumaban a las del pan que había empujado la polenta sin queso que acababan de cenar Angélica y Carlos. Todavía con los platos sucios en la mesa, Carlos pelaba una mandarina mientras Angélica se fumaba un cigarrillo.

En el televisor, el noticiero contaba la historia de una empresa nacional que, tras años de trabajo, cerraba sus puertas, perdiéndose la identidad de todo un pueblo tradicional bonaerense.

En el momento exacto de la defunción de la empresa, el notero entrevistaba a uno de los dueños que, con lágrimas en los ojos, cerraba el portón de la fábrica para siempre tras décadas que, dijo, sentía tiradas a la basura.

—Me parte el alma —lamentó Carlos, con una mueca de disgusto.

Angélica pitó el cigarrillo. No contestó.

—¿Y vos querés que a este pobre hombre le aumenten los impuestos? —siguió Carlos—. ¿Para qué? ¿Para que se hunda con nosotros?

—A ese no, Carlos, al que le vaya bien —contestó Angélica con su voz rasposa.

—No funciona así la economía —contestó Carlos—. Vos le tenés que…

—…sacar los impuestos para que inviertan y hagan girar la rueda —le recitó el final de la frase Angélica, grabada de tanto escuchársela.

—Sí, burlate. Después le pedís al gobierno que arruine a todos.

—Que le saque al que le va bien, gordo. Mi tío siempre decía “si las cosas están como están es porque a alguien le sirve”. Y es verdad. Alguien debe estar ganando. Y estamos todos en el mismo bote.

—Dale con el bote, vos —refunfuñó Carlos—. Es culpa de todos los que vinieron antes. Ahora, a aguantársela —sentenció.

—Yo me la aguanto todos los días, Carlos. Tengo frío y no prendo la calefacción. ¿O me vas a negar que vos estás con campera adentro de la casa a veces?

—Lo que digo es que nosotros podemos tener penurias, pero que no porque las sufran otros se van a arreglar las nuestras —se apuró a contestar Carlos.

—Nos vamos a morir de tanto reutilizar el mismo saquito de té —contestó Angélica y se quedó, en silencio, fumando bajo la luz de la pantalla.

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