El dirigente sindical llegó a la reunión con un rostro demasiado serio, casi preocupado. En cuanto vio que un fotógrafo se le aparecía a un costado, sin detenerse, logró reducir su marcha a la mitad de la velocidad cosa de imprimir su seriedad en el lente. No dio declaraciones. Se anunció directamente en la secretaría del gobierno y le dieron paso a la reunión.
—¿Cómo andás, gordo? —saludó el jefe de gabinete.
—¡Qué sorpresa, querido! De haber sabido que me recibías vos traía algo para compartir —ya en el lugar de la reunión, el dirigente sindical tuvo una sonrisa infinita. Se levantó y lo saludó.
—¿Querés que pidamos algo? —preguntó el funcionario mientras se acomodaba en su silla.
—No, no. Tranquilo, me tengo que ir a organizar el cumple de la nena, mi nieta, la mayor. Cumple quince y se lo festejamos en Miami. Dios mío. Yo le dije “mirá que no hay plata, como dijo el presidente, eh”. Pero ella insistió y viste cómo es el abuelo —y se rio, tierno.
—Me imagino. Debe haber salido a vos, me imagino. Quiere lo suyo y quiere lo suyo —dijo el funcionario.
—Contame bien cómo era eso de la resolución que van a sacar —achinó los ojos el dirigente.
—Ya la sacamos.
—Ah, ¿ya salió? ¿Y cómo es?
—Nada, un poco menos de huelga para algunos sectores. Lo que charlamos la otra vez.
—Perfecto. Perfecto —asintió el dirigente casi en reverencia.
—¿Cuánto era lo tuyo?
—Y, el cumple… Lo que sale el cumple de la nena. Quedemos en cien.
—¿Y ya sabés bien lo que tenés que…? —el jefe de gabinete no llegó a terminar la pregunta, que el dirigente lo interrumpió.
—Si no vas a confiar en mi trabajo, ni me llames —dijo el dirigente, cortante.
—Tenés razón, gordo. Lo tuyo es para un Óscar —le reconoció el funcionario—. Te veía la otra vez en una entrevista, te sabías las líneas de memoria aunque habías tenido reunión con nosotros semanas atrás.
—Es que son años ya. Me acuerdo de cuando empecé, era un pibe, con ideales… —perdió la mirada en la pared, nostálgico.
—Ahora también tenés ideales, gordo.
—Sí, pero se compran más barato —dijo el sindicalista y empezó a reírse.
