528. Cuestión de dignidad

25 de mayo de 2025 | Mayo 2025

Estoy empezando a preocuparme por mi currículum. Y eso que ya estaba preocupada hacía dos meses, cuando me tuve que poner a buscar este trabajo de mierda de la peluquería que me echaron ahora. Es que parecía que se resolvía, cuando conseguí laburo, dije “ya fue, no me voy a andar preocupando al pedo”. Pasa que me fui mal. Otra vez.

Yo cuando terminé el colegio, hace como seis años, me puse a estudiar para maestra. La verdad que duré poco, dejé antes de terminar el primer año, y eso que me faltaba poquito. Pero tenía que trabajar y se me complicaba.

Mi primer trabajo lo tuve en una mueblería. Enorme era. Y ahí me pagaban poco pero bueno, podía poner en casa algo y también bancarme yo. La gente que laburaba ahí era piola, nos llevábamos todos bien.

Pero el dueño nos tocaba el culo a mí y a una amiga, además de decirnos cualquier cantidad de cosas. Así que hicimos así como una cámara oculta y lo grabamos cuando nos tocaba el orto.

Como estábamos re contra en negro lo que hicimos fue ir a reclamar que nos pusiera en blanco, y que nos diera un aumento. Se negó, y le dijimos que íbamos a ir a la justicia. Y que teníamos un video para pasarle a su señora y al juez.

La plata que saqué al viejo cornudo ese se la di a mis viejos, para que ellos la fueran administrando. En casa somos cuatro hermanos y yo soy la segunda. Con eso me tiré a vaga unos cuantos meses. Había trabajado más de cuatro años ahí, me podía dar el lujo de parar un rato.

Cuando volví a buscar laburo no puse eso en el currículum, le puse que había trabajado en la gomería de mi tío. Cualquiera. Y no sé cómo me llamaron de la perfumería esa. Fui a laburar ahí, pero a los cinco meses me agarré a piñas con la cajera porque me trató de negra villera.

Encima era la sobrina de los dueños. No podía ponerlo en el currículum. Le estiré los años de mentira en la gomería y conseguí que me llamaran de la peluquería, creo que porque fui bien peinada ese día. Raro en mí.

Y un día escucho una conversación entre una clienta y la peluquera Rita, que estaba preocupada porque tenía que darle la mitad de lo que hacía al padre que estaba viejo ya, jubilado.

—No, gorda, no le tenés que dar plata a tu padre —decía la clienta mientras Rita le trabajaba las mechas—. Le tenés que dar trabajo, algo para que haga. Lo vas a volver un inútil dependiente del Estado. “Dale un pescado a un hombre, y…” —no entendí si la frase terminaba ahí o qué—. Dale la caña.

—Ya es dependiente del Estado, porque su ingreso es la jubilación. No le alcanza con lo que gana y por eso que no es la mínima.

—Ay, Rita, Rita. Mi padre, peronista él, como pocos, hasta después nos fue mejor en la vida y… bueno. Perón decía que hay solo una clase de hombres que son los que trabajan. Es una cuestión de… de dignidad te diría.

—¿Y él no se jubiló? —pregunté yo.

—¿Papá? No —me contestó mirándome por el espejo—. Cuando dejó la inmobiliaria se quedó administrando sus propiedades.

Yo, además de carácter, tengo corazón, así que empecé a contestar y, bueno, se me fue de las manos la situación cuando Rita se puso del lado de la clienta contra mí y entré a revolear tijeras. Tampoco va al CV.

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