526. Caperucitas

23 de mayo de 2025 | Mayo 2025

El parque era tan grande que le alcanzaba para tener dentro un bosque en el que no se escuchaba el ruido de la ciudad, como si ni siquiera se encontrara detrás de los árboles. A pesar de la oscuridad, era el lugar ideal para Irina, Gala y Sol, las tres de entre diecinueve y veinte años. Se habían conocido como compañeras en uno de los colegios privados más caros del país, y desde que habían terminado iban al parque a escabiar de noche y hacerse pasar por más picantes de lo que eran.

Había algo de lo tenebroso, de lo oscuro, del riesgo, que les atraía. Del bosque había miles de historias de terror que ellas catalogaban de falsas. Creían que desafiarlas tomando un vino en cartón y mostrar eso en redes les daba prestigio.

Aunque no lo decían, las tres sabían que, si algún día les tocaba tener el protagónico de víctima de una de esas historias, el juego habría terminado mal.

Esa noche de otoño, después del temporal, todavía con los caminos internos del bosque mojados, mientras ellas tomaban vino alrededor de un farol a kerosene, entre los árboles, un muchacho de un grupo se les acercó:

—Chicas, tengan cuidado que unos metros más ahí hay un loco que parece que quiere secuestrarse alguna piba. Eso nos dijeron. Ojo —dijo y siguió, sin esperar respuesta.

—¡Gracias! —le gritó Gala y levantó la mano en saludo.

—¿Qué hacemos, boluda? —preguntó Irina.

—Nada… ¿Qué? ¿Te da miedo? —desafió Sol levantando una ceja.

—Ahre. Lo digo por si vamos a ver —se burló Irina.

—¿Vamos ahora o en un toque? —preguntó Gala—. Terminamos el vino mientras les cuento de este pibe y vamos, ¿les parece?

—Vamos ahora, Gali, dale. Mientras nos contás —le contestó Sol.

—Yo siempre tuve la fantasía —sonrió Irina.

—¿De qué? —preguntó Gala.

—De que un loco así me secuestre —contestó Irina—. Y que me enamore, que me trate bien, como una reina de un paraíso lúgubre. Que sin ser lindo tenga algo que mate.

—¿Te imaginás? Y de repente era millonario, encima —sugirió Gala, sonriendo.

—Ay, yo quiero que me trate un poco mal igual —se rio Sol.

—Mal, boluda, mal —asintió Gala.

—Bueno, vamos, chicas, ¿qué estamos esperando? No va a venir hasta acá nuestro secuestrador —dijo Irina mientras se levantaba con el vino en la mano.

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