522. Colchoneta

19 de mayo de 2025 | Mayo 2025

En la oficina trabajaban solamente Emiliano y Laura. No se entendía bien oficina de qué era, pero sí se sabía que estaba en el sótano de la Casa Rosada, y que acataban cualquier orden que viniera de un superior. De cualquier manera, no solían tener mucho trabajo para hacer. Esa tarde, les tocaba asignar, en un sistema interno del Poder Ejecutivo, los puntajes de la prueba de idoneidad.

—¡No! —dijo Emiliano y se echó hacia atrás, bien fuerte, como para que se notara que algo le impedía seguir trabajando.

Laura se dio vuelta y, después de mirar por encima del hombro de su compañero, se levantó y dijo:

—¡Terrible! ¡El amigo del presidente!

—Qué lástima que no haya aprobado el examen —lamentó Emiliano—. A mí me caía bien, contaba buenos chistes… Un tipo brillante —señaló al techo, ahí cerquita de su dedo, con la determinación de una verdad irrefutable.

—Un tipo simpático, ¿no? Igual, me parece que es él que ahora se lo iban a llevar a trabajar a la Ciudad. Escuché por ahí, eh, pero no estoy segura —se encogió de hombros Laura.

—¿Sí?

—Como que alguien lo iba a elegir para algo. Una cosa así. Viste que yo de política no entiendo nada.

—Menos mal. Está bien que tenga un lugar donde acomodarse. Sobre todo si, al final, muy inteligente no era —se rio Emiliano buscando complicidad.

—No hay que reírse de la gente que le cuesta —contestó Laura, dura—. Nunca se sabe si le va a pasar a uno.

—Bueno, es verdad… ¿A nosotros nos puede pasar?

—¿Qué?

—Que nos echen.

—¿A vos te tomaron el examen? —Laura inclinó la cabeza hacia adelante, como si lo mirara por encima de unos anteojos invisibles.

—No.

—Claro. Es porque no nos pueden echar por convenio, a los que hacemos este tipo de trabajo.

—¿Qué tipo de trabajo? —achinó los ojos Emiliano.

—Éste, el que estamos haciendo. Ver si la gente está apta o no.

—Pero eso lo hace la máquina…

—Es lo mismo —resolvió Laura agitando una mano—. La máquina nos necesita igual que nosotros a ella.

Emiliano no entendió bien por qué, pero se sintió un poco imposible de despedir y continuó, feliz, su trabajo.

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