521. Archivo de Mandriles

18 de mayo de 2025 | Mayo 2025

Resulta que cuando el presidente mandó a crear el Archivo de Mandriles, más que nada para burlarse de personas que él suponía que había penetrado analmente por tener razón en alguna que otra discusión económica, el nuevo secretario, que no sabía si tomarlo en serio o en broma, acató la orden ese mismo día.

Movió los hilos que hicieron falta, incluso arriesgando su propio puesto al inventar que ya existían trámites al respecto y que existía un documento firmado por el presidente. Para la tarde del día siguiente, el Archivo de Mandriles existía.

Eso sí, le había costado dar con el lugar indicado para que la oficina se ubicara, cuando la rechazaban algunos funcionarios de primera y segunda línea.

Finalmente, logró ubicarla: oficina estaba bajo la órbita del Ministerio de Salud. Al mismo ministro le habían avisado que la idea bajaba directo de presidencia; por eso destinó muchos fondos y buscó especialistas en biología evolutiva y estudio de homínidos.

El proyecto avanzó bajo las órdenes del doctor Julián Iribarren, egresado de la Universidad de La Plata y especializado en primates.

Era tan obsesivo que, con solo mirar a una persona, podía advertir si una persona tenía más de chimpancé o bonobo, o si tenía sangre de hombre de Neanderthal. Claro que era imposible comprobarse sin un análisis técnico, pero se decía que la había pegado un par de veces.

Gracias al proyecto, el doctor Iribarren descubrió que había ocurrido una cruza entre los homo habilis y los mandriles, o cual explicaría la existencia de pelirrojos y gente con pigmentación rojiza en la piel.

Luego de insistir ante sus autoridades, haciendo alarde de haber encontrado un descubrimiento importante, logró que le concedieran una reunión con el presidente, al que ya le quedaba poco tiempo de gestión.

Concurrió a la reunión cargado de un proyector, una computadora, y una pila de papeles que constituían el archivo en sí, un registro de todos los mandriles habidos y por haber.

—Presidente, antes que nada, quería agradecerle por la posibilidad de llevar adelante este proyecto.

—¿Ese es el archivo? —preguntó el presidente, señalándolo.

—Eh… sí —contestó el doctor Iribarren y se lo alcanzó.

El presidente chusmeó las páginas, como si estuviera buscando algo en particular.

—Falta uno —se adelantó Iribarren.

—Felicitaciones, doctor. Me encontró —contestó el presidente antes de levantarse, ponerse de espaldas, bajarse el pantalón y exhibir un pequeño culo rojo intenso.

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