518. Atrás del grandote

14 de mayo de 2025 | Mayo 2025

Era un exceso decirle barra a ese rejunte de adolescentes revoltosos que paraban en la plaza del barrio y defendían un territorio como si fuera suyo. Ni siquiera estuvieron tres años que ya no se los veía más. Sin embargo, en un principio, sí, parecía que se iba a armar algo que preocupaba a los que vivían en las cuadras cercanas a la plaza.

Cuando estaba la barra, que generalmente paraba en las hamacas, si veían pibes o pibas que no fueran de su colegio, salían a correrlos como perros de caza y se producía un revoleo de objetos y trompadas que más de uno se escondía o se escapaba como para no comerse un garrón.

Entre ellos estaba Facundito. Ahora ya es un tipo grande… bah, añoso nomás, porque de tamaño sigue igual, pero en aquel entonces era un pendejo de dieciséis años. Nomás que parecía de menos porque siempre fue petiso y flaquito.

Él tenía una técnica propia: arengaba y se hacía el picante, era ruidoso y ponía la cara… hasta que se venía el tole tole y ahí se escondía, siempre detrás de alguno más grandote, desde donde tiraba piñas sin siquiera ser visto.

Puertas adentro del grupo, Facundito no tenía la voz de mando, aunque sí las ínfulas de ser el mandamás. Los demás a veces le daban bola, a veces se burlaban de él y, a sus espaldas, casi siempre había algún comentario negativo contra él.

Durante unos años la barra de las hamacas fue el terror del barrio. Tuvieron problemas con la policía y también legales porque algunos fueron demandados cuando le rompieron el brazo a una chica y la mandíbula a su novio por estar besándose en la plaza.

A partir de ahí, la cosa empezó a complicarse. Facundito seguía con sus tardes de barra de plaza, aunque sus amigos empezaban a alejarse.

Facundito quedó totalmente solo cuando una vecina sacó a la luz el video que había filmado detrás de sus rejas, donde se veía que él había sido quien le había partido la mandíbula del muchacho con un ladrillo.

De ahí en adelante, Facundito se convirtió en un perseguido en el barrio. No podía acercarse a la plaza solo que era cantado que lo iban a correr.

Tuvo un par de situaciones en las que, sin sus amigos grandotes delante de él, zafó de que lo agarraran los remiseros, de los cuales logró escaparse porque el que podía cerrarle el paso se tropezó justo antes de cazarlo.

Desde entonces, Facundito empezó a andar con una faca escondida entre sus ropas y volvió, por unos meses, a tener una boca agitadora, alterada y violenta, hasta que una noche, cuando volvía a su casa, lo estaban esperando.

Quiso plantarse, pero fue en vano. Perdió la faca ni bien la sacó e intentó salir corriendo. De atolondrado, tropezó y se dio de bruces contra el piso. Lo zamarrearon y cachetearon un poco y lo dejaron ir. Dicen que nunca más salió, que está escondido en su casa desde entonces.

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