50. No se negocia

18 de febrero de 2024 | Enero 2024

El colegio les daba un espacio donde tener catarsis y algo parecido a una amistad. Aunque probablemente no se generaran lazos que subsistieran al fin de los años de cursada, eso era lo más valioso que les daba la institución. La cuestión educativa también les parecía importante pero siempre en un segundo plano. Es que era casi necesario tener con quiénes compartir la etapa de la vida y la carga que les tocaba. Para las madres de tercer año del colegio San Raúl de Lanusita, que tenían todas cuarenta y tantos años, el grupo de madres era terapéutico.

Para que las juntadas fueran más risueñas y desinhibidas, se había pactado que sucedieran el segundo viernes de cada mes, a partir de las ocho de la noche. Todo eso había dado lugar a una confianza suficiente como para que una de ellas contara cómo se había enterado que su marido le metía los cuernos con una amante que supuestamente trabajaba para él. La desinhibición servía también para las lágrimas.

—Salud chicas, brindemos que este año no tienen más a García en literatura que los volvía locos —propuso Lorena.

—Salud —corearon las demás y cada una fondeó lo que tomaba, con todo el espectro de graduación alcohólica posible.

—Ey, igual aprendían con García —lo defendió Luana un instante después de tragar.

—Pero muy bravo con las notas —achacó Anahí.

—Y bueno, así estudian. Para mí, mejor —Luana se apuró a sentenciar y cambió de tema—. ¿Qué dicen del viaje de egresados? ¿Lo vamos pensando?

—Podríamos —asintió Gabriela.

—No, chicas, por favor, todavía no —se quejó con cara de disgusto Chimy—. La próxima, la próxima así tengo una batalla a la vez.

—¿Qué pasó, Chimy?

—Me está volviendo loca esta pendeja con el viaje de los quince…

—¿Quién, Agustina?

—Sí, está sacada reclamando el viaje que le corresponde, ponele, por cumplir quince años. Bah… nosotros le prometimos, es un poco culpa nuestra. Le dijimos que íbamos a hacer un viaje a Disney. Y claro, ahora con cómo están las cosas, lo que sale el viaje de egresados y lo que nos sale vivr, no nos da para ir a Estados Unidos ahora.

—No, más vale.

—Encima le decimos «bueno, por ahí podemos ir a la costa una quincena, como plan B», y se saca y con esa vocecita chillona dice «¡no, no hay plan B! —su madre la imitó con burla—. Me dijeron que íbamos a ir a Disney, eso no se negocia. Cuando cumplió Martina fuimos, así que ahora quiero ir». Y le digo pará un poquito nena —dijo con aire de relajada—, cuando fuimos por tu hermana también estabas vos. Además, fue en otra época, teníamos un poco más de plata, estábamos mejor. Ahora con lo que sale vivir y todo… para mí le vamos a dejar un viaje a la costa y chau.

—No, te entiendo. Se encapricha y no afloja. Me pasa lo mismo con Laureano.

—Claro, pero no es que fabricamos dólares —retomó Chimy—. Yo le dije «a ver cuántos dólares tenés». «Doscientos» —repitió el tono burlón—. No alcanza para nada. Yo le dije que juntara un poco, más como para enseñarle a ahorrar, aunque obvio que no tiene gastos para nada porque le pagamos todo, pero ahora me sirvió para demostrarle que no es fácil viajar…

—Bueno, Chimy, por lo menos tus preocupaciones tienen que ver con viajes… a mí me enganchó Gerardo con el jardinero en la cama —se confesó Juana.

—Ay, no, Juani… ¿otra vez?

—Sí, terrible. Le dejó la cara hecha mierda. Encima pasa eso, se saca y yo no lo puedo parar. Mejor que le pegue a él que a mí.

—No, más vale. Más vale…

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