494. La famiglia

20 de abril de 2025 | Abril 2025

Antonia entró corriendo y llorando. Atravesó el living en menos de tres segundos, tiempo récord para recorrer esos treinta metros. Volvía del colegio con su madre, Juliana, que había ido a buscarla. Mauricio se alteró cuando Antonia golpeó una estatua de mármol persa que cayó al piso sin romperse:

—¿Qué pasa, viejo? —gritó, al aire: Antonia ya había abandonado el living. Mauricio miró a Juliana, exigiendo la respuesta.

—Salió del colegio, con las amigas, María Paz y Victoria, y cuando llegan a la esquina que se separan, Antonia quedó sola. Apareció un tipo por ahí y le dice “¿para dónde vas, nena? Vamos juntos” y encima parece que era pobre, y empieza a caminar con ella…

—No me digas.

—Sí. Terrible, pobre Anto… y ella le dice “no, dejame, ahí viene mi mamá”. Y yo justo estaba llegando.

—Qué cosa. El mundo, el mundo está… —dejó la frase inconclusa mientras se sentaba en el sillón—. Juli, decile que baje, que le voy a decir algo —ordenó Mauricio.

Se quedó solo unos minutos, pensando en las palabras adecuadas para hablar con su hija. Miraba al techo serio, hasta que se acordaba que así se le marcaban las arrugas y adoptaba una expresión algo más alegre.

Le sobró tiempo y agarró el celular. En Instagram, el muro le daba dos temas: chicas en culo y Cristina.

—¿Qué querés, pa? —preguntó Antonia, sin ganas.

—Vení. Sentante acá —cuando ella se sentó, él le dio la mano—. Hija, hay siempre un momento en la vida que hay que madurar, crecer. Y madurar a veces tiene un lado malo de las cosas, ¿no? De cómo es la vida. En una situación como la de hoy, vos te tenés que dejar acompañar.

—¿Es joda? —preguntó Antonia.

—Es que vos sos una nena hermosa, una, una, una reina de otro planeta. Y para cuando seas grande, tenés que usar eso a tu favor. Pero para eso tenés que ceder.

—Es horribl…

—Ya sé. Ya sé —interrumpió Mauricio—. Hay hombres que son horribles, horripilantes de los feos que son. Te entiendo, mírame a mí que estuve años con Horacio al lado. Pero, ¿ves? Hasta yo me dejé acompañar, de alguna manera.

—No, papá, es horrible lo que vos me estás diciendo —dijo Antonia y salió corriendo.

—Usá mi chofer entonces —contestó él, pero Antonia no lo escuchaba.

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