492. Tiempo libre

17 de abril de 2025 | Abril 2025

Rodrigo salió de la entrevista desilusionado. Aunque la charla con los entrevistadores había sido ligera, con lo poco que había hablado con sus competidores, le alcanzaba para saber que estaba menos calificado para ese trabajo que los demás, gente con experiencia en el rubro metalúrgico. Eran las once de la mañana en punto.

Miró cuánto le quedaba de su indemnización en la cuenta mientras encendía la moto. En los semáforos paraba a usar la calculadora para descontar, al total que le quedaba, los pagos que se le venían encima.

En media hora llegó a su casa, se calentó unas pizzetas de la noche anterior, que comió mientras miraba la tele. Cuando terminó, eran las doce del mediodía. Se encendió un cigarrillo y se acordó de la noche anterior:

—¿Qué onda, Rodrigo? ¿No hiciste nada hoy, no fuiste ni a verlo al Luisito? —reprochó Carla, su esposa, de mal humor, recién llegada del trabajo.

—¿Otra vez querés que vaya? —contestó Rodrigo, abriendo los brazos—. ¿Cómo te explico que no me va a dar laburo porque me vea? No tiene laburo para darme, Carla. Ni él, ni nadie.

Alguno de sus hijos cerró la puerta del cuarto. De cualquier manera, podían escucharlos a través de las finas paredes del departamento.

—Mirá cómo tenés la voz, boludo, ¿estuviste fumando todo el día? —retomó Carla—. ¿Te vas a fumar toda la indemnización?  

—No me rompas las pelotas, que yo ya salí ayer a buscar por todos lados, eh.

—Lo único que sé es que acá la única que se rompe el culo todos los días trabajando y banca la casa como puede soy yo. Y vos estás de vago acá.

Cuando terminó el cigarrillo, que fumó en tiempo récord, con pitadas largas, Rodrigo se levantó. Lavó el plato, acomodó el living, barrió el departamento, hizo las camas y puso a lavar ropa.

Miró el reloj. La una.

Encendió la computadora. Empezó a buscar trabajo y mandó, otra vez, currículum a todos lados. Había arrancado con ganas, pero al toque se acabó la oferta y terminó mirando porno y haciéndose la paja.

Miró el reloj. Una y media.

Se tiró a dormir una siesta hasta que terminara el lavarropas. Todos los días tomaba whisky para ganarle a la ansiedad y dormir la siesta. A la noche, la ansiedad le ganaba a él y no dormía. Tomaba de golpe. No le gustaba ese whisky.

Volvió a la cama y se durmió. Cuando se despertó, eran las tres y media, y todavía cargaba el sueño pesado encima. Colgó rápido la ropa y se lavó la cara.

Se fue a buscar a los chicos al colegio y los puso a hacer la tarea cuando volvió; él se tiró a ver redes sociales en la cama hasta que Carla llegó.

—¿Qué hiciste hoy? ¿Cómo te fue? —preguntó Carla.

—No me rompas las pelotas —contestó Rodrigo y le dio la espalda.

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