480. Su decisión

4 de abril de 2025 | Abril 2025

Qué mala suerte la de Darío para cruzarse a Isabel, su ex novia, justo en ese momento, yendo al chino a comprar en ojotas, un short decolorado en partes por un chorro de lavandina, una remera con un agujero en la axila derecha y otro en la espalda. Ni hablar de la resaca permanente en la que vivía. Ella venía con los mellizos, atados con correas. Después de tanto tiempo sin cruzarse con ellos, Darío prefirió que lo vieran, aunque no fuera su mejor momento.

Su mente le hizo repasar toda la historia transcurrida entre ellos una vez más —a esa altura, de tanto hacerlo, en un segundo se comprimían esos casi dos años—. A pesar de torturarse memorizando repetidas veces la relación, había un hueco en su recuerdo: ¿ella ya estaba en la casa cuando él llegó o le había pedido pasar en la puerta?

Cuando Isabel lo reconoció, no pudo evitar que su cara se transformara en un gesto de asco.

—Ey, Isa. ¿Cómo andás, corazón? —preguntó Darío, después de darle un beso en el cachete y un abrazo que deseó que hubiera durado más.

—Hola.

—¿Cómo andan mis chicos? —se agachó a la altura de los mellizos de ocho años—. ¿Se acuerdan de papá? —preguntó con una sonrisa.

—Dejá de decir que son tuyos. No te entienden, les desinstalé el castellano. Solo hablan inglés —contestó Isabel, sin mirarlo.

—Me los podrías traer a pasar un día con su padre, ahora estoy mucho mejor —mintió Darío—. Cambié la play tres por la quinta, play station, si quieren venir a jugar —les dijo él, como en un intento esperanzado de que lo entendieran.

—No son tuyos, ya estaba embarazada cuando llegué a casa.

—Mi casa, querrás decir —se quejó él después de erguirse—… Igual, tranqui, los chicos la necesitan, así que usala vos. Yo tengo otras.

—Sí, seguro.

—Si me va bárbaro —Darío levantó un hombro en su respuesta.

—Publicaste en twitter que te estás endeudando para comprar merca.

—¿Eh? —Darío se escudó hasta posturalmente—. ¿Me estás stalkeando?

—Solo guardo información por si algún día se te ocurre reclamarlos en la justicia. Quiero que sepan quién les da la buena vida.

—Ellos también me necesitan a mí. Quieren estar conmigo. Vas a ver, yo la estoy por pegar con un tema de RKT que estoy haciendo en la compu.

—Sí, seguí soñando, cornudo —contestó ella, mientras se alejaba y tironeaba de las correas—. No te los doy ni aunque seas rico.

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