—¿Qué están, cagados, par de giles? —preguntó Lorenzo a sus compañeros en el recreo.
—No, más cagado estás vos —contestó David.
—¿Yo? —se sorprendió Lorenzo.
—Sí, si te bajaste de tu idea original —sacudió Felipe.
—Y sí, porque ustedes no me acompañan, manga de putos. Se hacen los piolas, me negocian y todo y ahora me dicen que no, que es muy arriesgado, que se va a enojar todo el mundo —Lorenzo puso voz burlona—. Dale, loco, hagámoslo juntos porque, si no, digo que fue por culpa de ustedes, que no me dejaron otra opción, eh.
—¿Y por qué sería nuestra culpa? ¿Nosotros te obligamos a hacer mierda la escuela? —agregó Lucas.
—Y sí, porque no tenemos otra forma de pagar el alquiler del boliche para la fiesta de egresados más que con algo así —Lorenzo simplificaba todo.
—Vas a poner de culo a todos. A los estudiantes, a los profesores, a los preceptores…
—Si lo hacemos todos juntos capaz que no se enteran.
—¿Estás jodiendo? —se enojó David—. Vos lo que querés es que dejemos todos los dedos pegados. Yo ya te dije, las herramientas te las presto y vos vas, abrís y robás el laboratorio, el buffet, la secretaría, y lo que se te de la gana. Pero con nosotros no cuentes. Al menos, conmigo no.
—A ver, muchachos. Esta fiesta hay que pagarla. O sea… no quedan opciones.
—El tema es que vos te comprometiste, no nosotros. Además no está bien pagar la fiesta organizando un robo desde el centro de estudiantes —contestó Lucas—. Algunas secretarías ni siquiera son de quinto año, con lo cual la fiesta ni siquiera sería para ellos…
—Bueno, los voy a dejar sin la plata que hace falta para pagar cosas.
—¿Eh? ¿De qué hablás? —le preguntó Felipe.
—La publicación de la gaceta o el alquiler de las canchitas para la jornada de juegos y deportes. O pagar la nueva bandera para la marcha de la Noche de los Lápices. Y ahí sí va a ser culpa suya, porque cada secretaría supuestamente tiene que arreglárselas.
—¿Tan sorete vas a ser? —Felipe estaba a punto de irse a las manos, pero David lo frenó.
—Pegame, dale, gil. Cagón. La gente me votó a mí para presidente.
—Y a nosotros para las secretarías —contestó David—. Fijate, si querés las herramientas, las tenés. Vos te hacés cargo de todo lo demás. Vamos, chicos, dejemos solo a este pancho.
—Bueno, pará. No se vayan. ¿Si robamos solo el buffet? Capaz que ahí podemos dibujarlo como que fue otra gente…
—A ver, así a lo mejor te puedo bancar —Lucas entrecerró los ojos—. Aníbal es un poco forro, no le va a molestar a casi nadie que le afanen. Pero después tenemos que vender las gaseosas y la comida nosotros por afuera.
—Eso tranquilo, yo tengo gente —sonrió Lorenzo.
—No sé, yo creo que no está bueno igual —dijo Felipe.
—Yo si me das algo a lo mejor te puedo bancar —agregó David—. Juntémonos otro día y vemos qué hacemos.

