472. Baby shower

26 de marzo de 2025 | Marzo 2025

La idea era de la hermana del presidente. ¿Qué podía ser mejor para festejar el día del niño por nacer en la Casa Rosada que una buena baby shower con madres que estuvieran en situación de preparto con contracciones, a punto de romper bolsa y empujar una persona fuera de su vagina?

Ahí estaban el presidente, su hermana, la vicepresidenta, el vocero presidencial y algunos amigos y funcionarios encargados de sostenerle el ego al presidente. Eran las siete de la tarde, pero habían empezado a tomar alcohol desde las cinco.

No faltaba nada. El catering era exquisito, tanto que algunas de las futuras madres exigían a sus maridos que se guardaran canapés escondiéndolos en las carteras para después.

La situación ya se hacía esperar cuando, una de las diez mujeres acostadas en camillas a lo largo del salón, rompió bolsa y festejó por dar a luz en la Casa Rosada, emocionada y también dolorida por las contracciones.

—Dale, empujá, pelotuda —dijo el obstetra ni bien llegó a estar junto a ella—. Apretá, dale. ¿Te duele? Es como cagar, apretá… qué olor. ¿Vos sos mayor de edad? ¿No sos muy joven para ser madre?

Y la chica, de tan apurada que estaba por dejar de escuchar al obstetra y tener frente a su vagina desnuda a unas veinticinco personas, apretó tanto que sacó al bebé.

Unas enfermeras lo limpiaron y el obstetra lo acercó a la hermana del presidente.

—Guarda —le dijo bajito el obstetra como anunciando un peligro.

La sonrisa de la hermana del presidente se borró casi al instante de tener el bebé entre sus manos.

—Qué lindo, qué lindo —mintió nerviosa y pasó rápido el bebé a las manos del vocero, que se lo devolvió a la madre.

 Justo en ese momento, otra madre rompió bolsa, y todos corrieron hacia esa nueva madre en estreno, para ver cómo era éste otro.

La vicepresidenta se acercó primera, con una copa de vino en la mano —era la quinta— y anunció:

—Yo voy, yo voy, gorda, no te preocupes —dijo como si dispensara a la hermana del presidente de un trabajo desagradable.

El obstetra repitió el procedimiento y, apretando también la panza de la madre, cosa de no hacerle perder tiempo al presidente, consiguió el parto.

—Uy, también… —dijo el obstetra cuando le pasó el bebé a la vicepresidenta.

—¡Dios! —gritó la vice, sosteniendo al bebé desde el culo en una mano, las uñas clavadas en la carne, y la copa en la otra mano—. Este también salió pobre, che… —dijo y se dirigió a las demás madres—. Nos van a dar un hijo sano, quiero creer, ¿o no? Todos negros. Miren que después, cuando se los quitan, se quejan. Vamos, por favor —ordenó.

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