A pocas cuadras de la Casa Blanca, la sede central del Fondo Monetario Internacional estaba de fiesta. Habían recibido vinos de todo tipo de las mejores bodegas, sanguchitos de miga, empanadas, milanesas, medialunas, cañoncitos de dulce de leche y churros para la gran celebración, cortesía del gobierno argentino que, una vez enterados de que la oficina planeaba llevar acabo apenas un brindis, se encargó de preparar con gran dedicación una mesa bien representativa de las comidas locales.
Desde Cancillería, además, habían mandado a hacer souvenirs para los invitados que consistían en representaciones en miniatura de distintas atracciones argentinas: el cerro de los Siete Colores, el Aconcagua, las Cataratas del Iguazú, el Chaltén, el Cabildo, entre otras varias. Aunque no iba a haber compatriotas presentes, querían que los miembros de la oficina conocieran las bellezas del país a las que iban a poder acceder los amigos y dirigentes del buró.
Apenas era 24 de enero y el año ya resultaba mejor que lo proyectado, por eso ameritaba que ese día se suspendieran las tareas laborales para reemplazarlas por un día a puro festejo.
—Estoy verdaderamente sorprendida por el gran trabajo que se lleva a cabo en Argentina —dijo una funcionaria relevante del directorio, un poco pasada de copas de vino—. Hoy se logró aprobar un proyecto en comisión que será enviado a la Cámara de Diputados que una vez aprobado transformará a ese país en el ideal.
—Quizás el mejor del mundo —agregó otro—. ¡No puedo creer qué rica comida tienen!
—Todo lo que han hecho desde el gobierno se logró en tiempo récord —sostuvo uno de origen latinoamericano—. Devaluación, corte fenomenal de gastos y transferencias desde el tesoro, plan de pagos de deuda, reforma laboral, privatizaciones a punto de lograrse… ¡de verdad un gobierno como el que nos merecemos!
—Cien veces mejor que el estúpido y tembloroso que contrajo la deuda y finalmente no pudo ni siquiera ganar las elecciones. Podría escribir un libro sobre como perder una elección con miles de millones de dólares para repartir.
—Pero no es solo eso —señaló de nuevo la funcionaria—. Este gobierno no pierde el tiempo en negociaciones estúpidas. Saben cómo debe manejarse una colonia: gobierno decidido y sin titubeos. Hay mil maneras de evitar los palos en la rueda de los populistas. Pero deberemos darle más apoyo mediático para que puedan continuar en el gobierno.
—La experiencia de Grecia nos dio algunas herramientas, pero tenemos tiempo para prepararnos. Por suerte este gobierno es aún más… condescendiente.
—Eso sí —cerró la funcionaria—, desde mañana mismo vamos a comunicarnos con los legisladores para asegurarnos que el proyecto de ley se apruebe.
—Dijeron que hoy había huelga en Argentina, ¿es cierto?
—Sí, bueno… se ve que tienen algo de ansiedad. Pero el gobierno dijo que no es nada.
Y así se cerró una gran jornada en Washington DC, donde ordenaron bajar los puntos del riesgo país y subir algunas acciones del país del sur, para mostrar a los hombres de mercado el espléndido futuro que se avizoraba para los negocios. Una tierra prometida, rica, hermosa y regalada.
