457. Locos Addams

13 de marzo de 2025 | Marzo 2025

Pericles estaba cansado de que el tío Lucas se divirtiera haciéndole cosquillas en el culo y de su panza aplastada contra la tabla de madera a la que estaba atado. Frente a él, el tío Cosa lo miraba mientras Dedos le masturbaba un manojo de pelos, y Largo también observaba, tomando el whisky que le había robado a Morticia de su mejor botella.

Cuando, por cansancio o aburrimiento, lo soltaron, Pericles, lloroso y con una mezcla extraña de sentimientos, buscó su pelota durante media hora. Quería jugar un rato en la calle, quizás con algún otro chico —que no conociera a la familia— y que pasara justo por la puerta.

No la encontraba. Tardó en recordar que se la habían sacado la última vez que lo habían castigado.

—¿Dónde está mi pelota? Quiero ir a jugar afuera —le dijo a su madre cuando la encontró en el comedor.

—¡Pericles! —se sorprendió Morticia cuando lo vio e interrumpió la batalla de insectos que orquestaba en la mesa, a la que estaba por agregar un sapo—. Yo tengo la pelota. Te la quité cuando convidaste las galletas en la escuela, ¿no te acordabas?

—Sí… no. ¿Puedo tener mi pelota de nuevo? —preguntó Pericles.

—Qué feo te ves. ¿Estuviste llorando? —preguntó Morticia con asco.

—No —se secó las lágrimas que le quedaban con una manga, pero se veía igual—. Quiero mi pelota.

—Estuvo muy mal lo que hiciste, Pericles. Tendrías que convencerme para que te la devuelva.

—Me porté mal esta semana.

—¿Qué hiciste, cariño?

—Incendié el cementerio con el tío Lucas para comprobar que no hubiera muertos vivos. Usamos ropa de Merlina bañada en querosén.

—Ah, era eso… —Morticia pareció entender por qué había tanto humo esa noche y por qué Merlina andaba tapándose con las manos la última semana—. ¿Qué más?

—Empujé a un anciano que esperaba ayuda para cruzar la vereda. Se lastimó y me escapé —sonrió Pericles.

—Muy bien, Pericles —dijo Morticia y avanzó hasta un baúl, cerrado bajo una ventana. Lo abrió y sacó la pelota. Volvió a la mesa, levantó un cuchillo, pinchó la pelota y la dejó caer a sus pies—. Ahí tenés tu pelota, hijo.

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