451. Panza marrón

8 de marzo de 2025 | Marzo 2025

Dicen que a los entrerrianos les dicen “panza verde” porque son de tomar mucho mate. Esto no es así; al menos, no del todo. Entre Ríos es la provincia que más mate per cápita consume y, aunque el apodo calzaría perfectamente con su adicción a la yerba, no se debe a eso, sino a las disputas internas de nuestro país.

Resulta que cuando Urquiza era gobernador de su provincia, el ejército que comandaba usaba uniforme color rojo. El problema era que también los hombres de Rosas también usaban ese mismo color. Quizás por eso, los entrerrianos agregaron una pechera blanca.

A lo mejor la idea original era ensuciarlos nada más que de rojo sangre, pero algo le sugirió a los superiores moverse cuerpo a tierra. De ahí que sus panzas se tiñeran de verde, y la gente de su provincia, apodada para siempre.

Pero no es el caso de estos gurises, no tan gurises, oriundos de Concepción del Uruguay. Llamémoslos Rómulo y Remo. Solo que ellos no eran hermanos ni se habían alimentado de las tetas de una loba.

Era año nuevo, y ya tenían todo listo para hacer su primer trabajo interesante. Ellos ya habían robado algunas veces, pero no lo hacían de profesión, hasta que se cebaron leyendo y viendo videos sobre robos importantes, los épicos, los que trascienden generaciones. Eso querían.

Eligieron un country del conurbano bonaerense donde abundaban familias que festejaban año nuevo vestidas enteramente de blanco. En algunas casas, incluso, ni siquiera se conocían todos.

Eso fue fundamental para Rómulo y Remo. Ellos, como para preparar el plan, habían entrado a trabajar de jardineros en el country varios meses atrás. Usaron maquillajes y piel falsa a base de gelatina en sus rostros al mismo tiempo que impostaban la voz para no darse a conocer.

Pasaron de tener apenas algunos clientes a tener que descartar a varios (sobre todo, por tener cámaras). Para cuando llegó diciembre, ellos ya sabían qué tenía cada familia en su casa, e incluso sabían cuáles lo festejarían de blanco.

Durante esos meses, también, analizaron el terreno: entre las ramas encontraron varios agujeros grandes contra el piso del enrejado que marcaba el perímetro del barrio. Eran pasadizos para una escapatoria casi del todo garantizada.

Digo casi porque, vestidos de blanco se camuflaron para entrar en una fiesta grande. Encañonaron a las cuarenta personas que había ahí y se llevaron un buen botín. Corrieron hasta la salida que habían elegido para escapar, cargados de bolsas de arpillera con objetos valiosos y dólares en efectivo.

La lluvia que había caído a montones durante el día les dificultó el escape. Era más difícil correr entre charcos.

No habían calculado que apenas ellos pasaban por debajo del alambrado, pero las bolsas, casi tres veces más anchas que ellos, no. El tiempo que demoraron en sacar objetos grandes y pesados para pasarlas por abajo del tendido, fue el mismo que demoró la policía (borracha por el festejo de año nuevo) en llegar al lugar.

Dicen que uno de los policías, también entrerriano, se dio cuenta de que los detenidos eran paisanos suyos y se empezó a burlar de ellos, que habían pasado de ser panza verde a panza marrón, aunque, en realidad, estaban embarrados de pies a cabeza.

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