447. Humo

5 de marzo de 2025 | Febrero 2025

En el grupo de amigos del secundario —los cinco que quedaban, en realidad, y un sexto, Juan, que apenas participaba cada tanto— Fabricio se destacaba por tener a más mañas a la hora de hacer los asados. Por ejemplo, no arrancaba el fuego si no estaban todos, y obligaba a ejercitar la paciencia cuando demoraba casi tres horas para sacar algo de la parrilla. En general, se las permitían porque él ofrecía su casa como sede para los encuentros. 

Esa noche de verano, por primera vez, Juan se había ofrecido para poner casa y hacer el asado. Recién se había mudado y quería estrenar la parrilla y las herramientas parrilleras. 

La pala y el atizador eran comunes, pero la pinza, el pinche de dos puntas y el cuchillo eran cromados, relucientes. Según Juan, habían pertenecido a Maradona, y él los había comprado en una subasta.

Fabricio se quejó de que no fuera en su casa. Quería probar una receta de pulpa marinada con especias centroamericanas que había conseguido que su hermano le trajera de un viaje.

Después de una larga discusión, aceptó con la condición de ser él quien pusiera lo necesario para el asado: la carne, la ensalada, la criolla y la leña. Le pidieron que no jodiera, que mejor lo hacían con carbón y listo. No contestó nada.

Cuando llegó el sábado a la noche, Fabricio fue el primero en aparecer en la casa de Juan, que lo recibió con un abrazo y un insulto cuando vio la bolsa de leña.

Juan iba a arrancar el fuego en ese momento, pero Fabricio se lo impidió. Decía que era una tradición del grupo esperar al resto.

Recién cuando llegaron todos, con la picada servida en la mesa y la cerveza bien helada, Juan sacó la leña de la bolsa.

—¿Qué es esto? Está verde esta leña, pero como si hubiera estado metida en agua hasta recién… ¿qué trajiste, boludo? —le reprochó Juan a Fabricio.

—Es para hacer el método de asado tailandés —contestó Fabricio—. Vos mandale y ponele un corcho bañado con aceite que arranca.

Lo insultaron unos minutos de corrido, sin tomar aire. A esa hora ya no había lugar cercano donde ir a comprar una bolsa de carbón. Fabricio se defendió diciendo que el método era así, que con carbón no funcionaba.

Ante ese panorama, sin alternativas, Juan se resignó. Encendió el fuego con papel, ramas, cajón de verdulería, el corcho y la leña. El humo era tanto que inundó el quincho de la casa de Fabricio. Tuvieron que salir corriendo de lo irrespirable que era el aire.

Una vez afuera, lo buscaban a Fabricio para una nueva tanta de puteadas, pero no aparecía. Se preocuparon y lo buscaron por todos lados. Una hora después, se dieron cuenta de que, además de Fabricio, faltaban los accesorios para el asado que Juan había conseguido.

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