Julia se había puesto un saquito nada más que para sentirse en el sur, pero con el sol de la tarde, ese verano, hacía bastante calor. Ella y su amiga Diana miraban, sentadas en las reposeras del Comarca Andina Resort & Spa, la montaña bajar frente a sus ojos tapada por un bosque de pinos y algunos pocos arbustos que se las ingeniaban para crecer.
—Pero qué hermoso este lugar, por el amor de Dios —repetía alguna cada tanto, como para no perder la costumbre. Esta vez, lo dijo Diana.
—¿Viste? Es un sueño. Es un sueño… —contestó Julia mientras tomaba un licuado que se había pedido. Estaban sentadas en el bar, al lado de una pileta.
—Nuestro sur es una cosa… bellísima —agregó Diana—. Y este lugar, increíble. ¿Viste el géiser inmenso que tienen ahí abajo?
—Sí, encima cerca del río, que baja helado. Estas cosas de la naturaleza…
—Es artificial —se coló en la conversación una chica que trabajaba en la barra del bar.
—¿Cómo? —se dio vuelta, incómoda, Diana—. Ah, ¿es artificial?
—Sí, tiene como una caldera ahí, abajo, calentando el agua.
—De cualquier manera, es un lugar hermoso —dijo Julia, que en ningún momento amagó a darse vuelta.
—Ah, eso no hay dudas. No hay dudas —reafirmó Diana.
—Lo que no me acuerdo es qué había acá antes. Con Guille vinimos de luna de miel y también un par de veces más anduvimos por esta zona, pero no logro recordar…
—Antes estaba mi bosque —se volvió a meter la chica.
—¿Un bosque? —preguntó Diana, sin darse vuelta.
—Sí, veníamos con mis amigos acá, subíamos la montaña, nos metíamos al río cuando hacía calor —contestó la chica—. Había otros árboles.
—Ah, gracias, gracias —Julia se dio vuelta para mirarla y le sonrió, condescendiente; luego, volvió a acomodarse de cara al paisaje y su amiga—. ¿Viste lo de Wanda?
—¡Tremendo! Un nuevo capítulo del Wandagate. ¿Cuánto lleva historia? ¿Diez años desde que empezó?
—¿Vos qué pensás? ¿Quién tiene razón? —se emocionó Julia.
