El cambio de dueños de la empresa llegaba acompañado de una renovación de jefes en casi todas las áreas, aunque habían decidido mantener casi la totalidad del personal y, a lo sumo, permitir algunas incorporaciones de gente de confianza de los nuevos jefes para facilitarles sus tareas.
En el área de Recursos Humanos, al menos por el momento, se mantenía la misma plantilla anterior, desde el jefe hasta el último trabajador. Una tarde, por correo electrónico, llegó un pedido de reunión del nuevo jefe de Limpieza, que era familiar de uno de los jerárquicos de gestiones anteriores, y gracias a él había obtenido el puesto.
—Mirá este boludo —dijo un trabajador del área a otro—. El nuevo jefe de Limpieza nos viene a pedir una reunión y ya en mail que manda dice que quiere que mantengamos ordenada el área en cuanto a la gestión y administración de los recursos humanos. Digo, se refiere en concreto a nuestro laburo, no es que pide que mantengamos limpia la oficina.
—¿Eh? ¿Y quién es?
—El primo del boludo de Farry.
—Ah ese es el que vino un día a recorrer el edificio y después se fue de viaje, ¿no? Hasta donde yo sé ni siquiera volvió…
—Creo que sigue de paseo. Qué cara tenés que tener para agarrar un laburo y pedirte una licencia al toque… además nos pide orden a nosotros y no es nuestro jefe.
—Claro, hermano, encargate de tu tarea y no jodas al resto.
—Pará, y eso no es todo. ¿Vos viste el quilombo que era todo después de las despedidas de año? Andaba todo sucio por todos lados y nadie limpiaba nada, hasta vi en la oficina de Contabilidad una planta tirada, con toda la tierra ahí desparramada. Una semana estuvo así, hermano, ¿qué tenés que opinar del resto si no arreglás lo tuyo? De última ponete a limpiar y después vemos si podemos hacer más o menos lo que vos querés…
—Un caradura.
