Otra vez me retaron. Siempre, siempre a mí. A Nico nunca le dicen nada, pero a mí, cualquier cosita que hago más o menos mal y ya me ponen en penitencia o me mandan a encerrar en la pieza o no me dejan ir a la casa de mis compañeros o no hay postre o nada.
Hoy, como casi siempre, fue culpa de Nico. Él le dijo a papá seguro, si no, ¿cómo se enteró? Pero fue su culpa porque él agarró mi pelota que me la trajo Papá Noel, que bueno… ahora ya sé que no existe, obvio, porque no puede estar en todas las casas a la misma vez. No podía ser.
Entonces Nico le dijo a papá y él me vino a buscar y gritó:
—¿Me podés explicar por qué no le dejás jugar con la pelota a tu hermano que está llorando?
Y yo le dije que la pelota es mía y que si la quiere usar me tenía que pagar de lo que le dan por lavar los platos y ordenar la pieza porque después yo tengo que lavar la pelota y es como cuando yo ayudo con la casa y mamá me paga.
—¿Cómo que te tiene que pagar? ¿Y por qué decís que hay que lavar la pelota? Nadie lava las pelotas. Si querés hacerlo es tema tuyo, no de Nico.
Entonces yo le dije a papá que si la pelota era mía yo decido quién podía usar la pelota y cómo tenía que quedar de limpia después de usarla.
—Si no la vas a compartir no te regalamos más pelotas, hijo, son para que juegues vos con tus amigos, pero también tu hermano. Aunque vos no quieras, yo lo autorizo a Nico a jugar con tu pelota.
Ahí le dije a papá que no me la había regalado él, que me la había traído Papá Noel. Y bueno… ahí me contó la verdad, que es que son los padres. Y me dijo que me fuera a pensar en que tengo que compartir más porque así voy a sentirme mejor. No sé. Yo solamente estoy enojado con Nico porque le avisó a papá y me retó.
