385. Tránsito ligero

29 de diciembre de 2024 | Diciembre 2024

—Y ahí en el campo, si vas a hacer asado te van a venir las moscas. Le tenés que dar con el diario. Dicen que tiene que ser con el de ese día para que no te caiga la maldición de las moscas que es que te dejan como un parásito, no sé qué cosa. Todo mentira para vender diarios. A ver qué quiere esta… —Ernesto, acodado en la ventanilla del auto, cortaba la conversación que mantenía hasta ese momento con su sobrino, al ser detenido por un control de tránsito.

—Cédula, registro, seg… ¡señor, detenga el vehículo! —ordenó la agente de tránsito a Ernesto que, aunque pisaba a fondo el pedal de freno de su Renault 12, el coche no respondía.

—Sí, sí, tome —Ernesto se apuró a sacar de la guantera la carpeta armada por su esposa con todo lo necesario para circular, mientras rezaba que el auto se frenara.

—Detenga el vehículo —repitió la agente, ya superada más de un metro.

—Acá tiene —Ernesto se apuró a abrir la puerta del auto y sacar un palo que él ya tenía preparado como freno de mano manual, al mismo tiempo que salía para entregar la documentación y esperar que la agente no dijera nada del palo.

—¿Usted frena con eso? —se sorprendió la agente de tránsito—. Es un peligro, no puede circular si va así.

—Pero maneja re lento —contestó el sobrino de Ernesto desde el asiento del acompañante.

—No frena —sentenció la agente.

—Señorita, por favor, le pido. Este vehículo está aprobado, lo hice ver el otro día, si te fijás la VTV es de la semana pasada. Fijate —sugirió Ernesto.

La agente cotejó los papeles de Ernesto y comprobó que lo que decía era cierto, la había aprobado el otro día. Cuando levantó la cabeza hacia Ernesto, también comprobó que el auto no tenía luces traseras. No lo podía creer, todavía no le había pasado de controlar autos con la VTV emitida por talleres mecánicos, pero ya había escuchado lo mal que salían. Y, aunque no llegó a advertirlo ella, el auto estaba muy abollado en la trompa.

Ernesto, que vivía la vida igual que jugaba al truco, en cuanto vio la duda en la cara de la agente, se envalentonó:

—Mirá, ando despacito, eh. Además, ¿qué? Pagámelo vos el arreglo, si no hay un mango —se quejó y, para rematar, se acercó hasta que su boca quedó contra el oído de la agente—. Y no me hagas ningún quilombo, porque te comés una denuncia penal de la san flauta y te hago mierda. Tengo testigos, tengo todo.

—No, sí. Está todo bien, vaya señor. Circule despacio, por favor —fue lo que ella murmuró, mientras veía a Ernesto subirse al auto.

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