Dejé de ser amigo de Luca esa noche en que me animé a pedirle que embarazara a mi novia y él se negó. Porque yo no podía. Algo de… leche vencida, digo yo, como para tomármelo en joda. Un tema en los huevos que no me permitía ser papá por mis propios medios. Sangre de mi sangre, no.
Con Ivana estábamos con ganas de dar el salto y fue muy frustrante, al principio, ver que no sucedía. Cuando supe que el problema era yo (casi evidente, le llevaba diez años a ella), la frustración pesó más en mí que en ella.
Después de un tiempo no quedó otra que aceptar y hasta me parecía bien poder elegir un donante que fuera… no sé. Luca me pareció una buena opción. Y cuando se lo comenté a Ivana, no le costó nada procesarlo. Hasta me pareció que intentaba ocultarme una alegría especial.
No teníamos la idea de una inseminación artificial. Ni plata de por medio, ni nada. Había que fabricar al pendejo de la manera natural. Pero yo quería estar ahí. Esa era mi condición. Estar en el momento, y participar si me pintaba.
Me junté con Luca con el pretexto de boludear un rato pero también sembré el misterio diciéndole que había algo jodido para contar.
Ni bien lo busqué nos fuimos a un bar a jugar al pool y escabiar. Siempre que nos juntamos chupamos de lo lindo, solos o con amigos. No paré hasta que lo puse en pedo. Luca aguantaba el escabio como cosaco, había que mezclar whisky, cerveza, ginebra. Y lo hicimos.
Yo nunca aguanté tanto como él, pero me hacía falta esa noche. Para decirle a un amigo semejante cosa como que culee con tu mina… Justo, culear, no, pero… Vamos a ser sinceros, es bravo. Y participar. En una invitación a una fiesta con un objetivo demasiado específico.
—¿Vos me estás cargando? —dijo él. No sé si su cabeza rebotaba en el aire o si era la mía, pero no lo veía del todo bien.
—No, amigo, es como un favor, pero, de paso… como que la pasamos bien —contesté yo.
Dijo “ni en pedo. Sos un pelotudo” y arrancó a escapar. Lo tironeé de una mano e intenté… abrazarlo. Pero no se entendió bien mi intención y él no frenó. Salió del bar apurado.
Me llené de bronca. Algo adentro me apretó todos los músculos. Necesitaba algo a lo que pegarle y… hacerlo mierda. Y en eso vi un enano que estaba riéndose con un amigo en la barra.
Caminé directo contra el enano. En el trayecto me robé una botella de una mesa para partírsela en la cara al enano de mierda ese, y cuando le tiré el golpe, en un solo movimiento me esquivó y me embocó. Un segundo después, me agarró de la cabeza y me la entró a dar contra la barra.
Volví a mi casa todo roto, sangrado, inflamado hasta la deformidad. Ivana se asustó cuando me vio. Y se enojó, al punto de separarnos por ese motivo una semana más tarde, cuando supo que no le había conseguido el polvo con Luca.
