38. Basta porque le pego

17 de febrero de 2024 | Enero 2024

En la escuela había grupos definidos. Estaban los Chetos, que tenían familias de mayor poder adquisitivo y lucían cartucheras enormes llenas de colores y útiles que nadie sabía para qué servían; los Revoltosos, ni pobres ni ricos, caracterizados por una ardiente capacidad de generar disturbios y hacer incontrolable el curso; los Pobres, que podían asistir gracias a becas y a la solidaridad que la escuela pedía para con ellos, algo así como enseñar a los niños que las culpas se lavan con limosna; y la gran mayoría de los Comunes, que no eran nada, pero a veces generaban lazos con los otros grupos.

Las medidas de redefinición de bases escolares, como eran llamadas desde la dirección, habían generado bastante revuelo entre los estudiantes. La eliminación del recreo, la entrega de útiles a modo de premio a quienes tuvieran cartucheras más abultadas y el aumento de los precios del buffet hacía que, salvo entre los Chetos, surgiera cierto descontento.

Por eso los Revoltosos habían empezado a alentar a sus compañeros a evitar el dictado de clases, ganando que algunos de los Comunes y los Pobres se sumaran a sus reclamos. También, en respuesta, los Chetos intentaban preparar las clases con los docentes.

En respuesta a las medidas de los Revoltosos, la Dirección dispuso endurecer su régimen: con estas condiciones sería imposible desarrollar las jornadas de colecta y reparto de útiles escolares a los Pobres, en las cuales siempre dependía de su aporte, dado que las colectas apenas alcanzaban el diez porciento. 

Los Revoltosos y los Comunes se miraban entre sí buscando el truco. No entendían dónde la nueva medida afectaba a sus intereses. Los Chetos festejaban porque creían que así lograrían destruir a los Revoltosos y su camino quedaría libre hacerse amigos de los Comunes. Los Pobres sí veían que no iban a poder tomar apuntes sin hojas, o que las biromes se acababan sin poder reponerse, o que sería imposible borrar y los apuntes estarían llenos de tachaduras.

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