371. Recetas propias

16 de diciembre de 2024 | Diciembre 2024

Eso de ser el mendigo, ahí, tirado al costadito del paso de la gente que corre en malón como si uno ni existiera, no va más. Buscar lástima en los ojos que nos esquivan ya no sirve para nada. Lo hice durante mucho tiempo y, a lo mejor… antes un poco funcionaba; la birra del día la pagabas con eso. Pero ahora, que todos dicen que no tienen un mango, se tarda el doble en hacer lo mismo. Por eso me adapté, inventé recetas para ganar.

Arranqué a ser inventor una mañana; serían las seis y algo, siete como mucho, pero ya era de día y había arrancado el ruido de los coches y colectivos. Es más, me acuerdo que vi un par de nenas que el papá estaba llevando al colegio en el auto.

Venía sin dormir de un par de días atrás, y estaba re mamado. Lo último que había tomado era un fernet armado y el resto de un mezcladito de no sé qué líquidos que dejaron unos pibes, acá enfrente, en la plaza de la estación de tren.

Me levanté así de golpe, ni pensé en qué iba a hacer, y me puse a pedir en el semáforo. Pasé toda la fila sin que ni uno me mire, ni para decirme que no y, cuando llegué al último, me le puse adelante. Los demás arrancaron y yo me quedé ahí, parado frente al auto. El tipo amagó con pisarme y me le tiré arriba del capot.

A esa altura yo ya no tenía nada que perder. Si me pisaba y me mataba, era igual. Tenía doscientos pesos en el bolsillo y ni una gota de escabio para tomar.

“Bajate, gato, que nos vamos a las manos. El que gana se queda el coche” le agité con una mano. Ahí, el tipo agarró, bajó la ventanilla y me dio mil pesos. Mil pesos. Con eso fui y me compré una botellita más de Fernandito que, para mí, es más rico que el Chabona.

De ahí en adelante no lo hice de otra manera. Siempre usé ese método para manguear. A veces más pasado, a veces más careta… aunque ahí me sale peor, la verdad. En pedo es todo más fácil.

Y no voy a mentir que también unas cuantas veces me tuve que plantar para pelear cuando se bajan del auto. O cuando llamaban a la policía me iba corriendo. Pero siempre que me hicieron sangrar les dejé chocolate salpicado en el auto. Eso los pone locos.

Cuando vi que tenía éxito, intenté levantar una empresa. No me fue muy bien. Los vagos se me iban con la plata y después los encontraba escabiando en la plaza, solos, amarretes. Los tuve que echar del semáforo.

Ahora sé que también lo siguen haciendo en otras esquinas de acá de la zona, pero el que inventó el método soy yo. Y no les puedo cobrar porque no patenté nada, de borrachín que soy, nomás.

Es como te digo: la cosa es reinventarse uno, buscar siempre las formas de superación, inventar nuevas recetas, nuevos métodos para… para conseguir escabio, ¿no? Cada uno tiene su manera de encarar el mangueo. Yo sé que los pone locos que mi ropa sucia toque sus autitos limpios. Ahí nomás, al toque, se les quita lo pobre y largan los billetes.

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