Tercer año del St. Clarke College Institute discutía, la última semana antes de pasar a cuarto año, cuál sería el destino de su viaje de egresados del secundario, cosa de evaluar las posibles ofertas que les hicieran las empresas durante los primeros meses del 2025 y obtener el acuerdo más completo y confortable posible.
Milagros Fernández Goyeneche tenía una voz de mando en su grupo de amigas. De alguna manera, ya fuera por construcción de argumentos o por insistencia, lograba que sus amigas Maqui, Luli, Clari y Juli hicieran lo que ella quería, confiadas de que ése era su deseo.
Ese día, para la discusión más importante de sus vidas, ella las había convencido de que tenían que votar por Bariloche y no Camboriú o Florianópolis.
Su madre, Mercedes Messina Castex la había torturado todo el año diciéndole que estaba gorda, que por qué no se tapaba la panza, que por qué no dejaba de ir a canto y empezaba a hacer algún deporte o algo que le diera la misma figura que tenía ella, y qué lindas se vestían sus amigas, algo que jamás le decía a su hija.
Tenía terror de irse de viaje de egresados a un lugar con playa, verse obligada a mostrar su cuerpo en bikini y sufrir bullying el resto todo el viaje.
—Chicos, pero Bari va a estar buenísimo. ¡Vamos a tener las montañas para nosotros solos! Toda la pista de ski… —se ilusionó Milagros abriendo grande sus ojos.
—Sí, porque van a estar todos en Brasil, porque el tío de Tincho hace bien las cosas —contestó Natalia.
—Aguante mi tío, ¡viva la libertad, carajo! —gritó Tincho Caputo.
—¡Viva! —gritaron sus amigos.
—No, porque nadie tiene un mango y no van a ir ni a Brasil ni a Bariloche —contestó Felipe Taccetti.
—Vos callate, zurdo —le gritó David Hardmeier—. Ya está, votemos —resolvió—. ¿Quiénes quieren Bariloche?
Solamente las amigas de Milagros levantaron la mano. Ella, justo antes de levantarla, apenas notó que no tenía chances de ganar, escondió la mano para votar en favor de Brasil. Era preferible perder amigas que esa votación.
Lo que menos quería era que se notara que no elegía la playa porque su madre la veía gorda. Prefería ponerse a dieta y dejar de ir dos veces por semana a merendar tortas y helado.
La playa ganó la elección por escándalo contra la montaña y las amigas de Milagros aprendieron que, cuando se trata de elecciones en la Nueva Era, es más importante quedar del lado ganador que otra cosa. Las cuatro, entonces, se esforzaron por que todos sus compañeros supieran que cambiaban su voto.
