366. Que no te ocurra lo de aquel gato

10 de diciembre de 2024 | Diciembre 2024

El tío Marcos no había avisado que presentaría a su novia, Paula, en el cumpleaños de un año de Aurelio. Su hermano, Germán había organizado una fiesta en el patio de la casa, con un pequeño pelotero apto para Aurelio y otras criaturas de hasta cinco años. A esa edad y sin primos, Aurelio celebraba su cumpleaños con más presencia de adultos que amigos propios.

—Ay, ¡hola! —Rocío, madre de Aurelio, saludó con una sonrisa a Paula, mientras intentaba dejar una bandeja con pizzetas en una mesa para poder darle un beso—. No sabía que venías, vení, pasá. Ahí lo traigo al gordo para que te salude.

—¿Dónde está ese enano quilombero? —preguntó Marcos, con una caja en sus manos.

—Le trajimos un regalito del refu —aclaró Paula, que se había puesto el mejor perfume para causar una buena impresión, y se había arreglado y maquillado un poco más que el resto de las invitadas.

—Ah, porque vos estás en un refugio de animales, ¿no? —preguntó Rocío—. ¡Ger! Traé a Aurelito, así la conoce a Paula —le gritó, dulce y amorosa como siempre, a su pareja.

Aurelio, un gordito hermoso, con rulos saltarines y una sonrisa babeada, se acercó con pasos flojos, colgado de las manos de Germán que lo guiaban en su camino.

—¡Hola, hermoso! —saludó Marcos.

—¡Qué lindo! Hola, Aurelio —Paula lo saludó con un tono tierno—. Mirá lo que tenemos para vos —se agachó ante él, abrió la caja y apareció un gato de apenas dos meses.

La cara de Aurelio se fascinó ante el gatito y logró soltarse de una mano de Germán para agarrarlo.

—Ah, pero qué hermoso gato —sonrió Rocío.

—El que más lo va a festejar va a ser Pocho, que va a estar más tranquilo ahora —aclaró Germán y miró al perro, que se alejaba del bebé aterrorizado.

Mientras tanto, Aurelio ya intentaba desmembrar al gato, tirando de su cola y luego de una pata, con una sorprendente fuerza para su edad. El rostro de Paula se enserió de un segundo al otro al ver la expresión sufriente del gato.

—¿Cómo le podemos poner al gatito? —preguntó Rocío—. ¿Es macho?

—Sí —contestó Marcos. Paula, por su lado, se extravió de la conversación.

—Tony —sugirió Germán. El gato maulló dolorido.

—Dale, Tony, entonces. ¿Te gusta Tony, Aure? —preguntó Rocío, justo cuando el gato, casi como si descubriera su instinto, arrojó un zarpazo a las manos de Aurelio, que se asustó y empezó a llorar.

Paula, que un instante atrás se debatía entre dejar al gato para ser torturado por el niño y quedar bien con la familia o llevárselo y dar una mala impresión, se relajó cuando vio que Tony ya aprendía a defenderse y a Aurelio le salía algo de sangre de su regordeta mano.

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