Por supuesto que hice la denuncia correspondiente contra la pendeja esta. En la oficina de contabilidad y también en la justicia. Me asesoré con un amigo de un primo que es abogado; le tuve que pagar bastante… pero bueno, los valores y el honor antes que todo.
Julieta entró hace apenas tres, cuatro meses, como secretaria de Ricardo, el gerente de la empresa. Que todo el mundo sabe que Ricardo es un poco… tiene debilidad por las mujeres vistosas, digamos. Como yo, claro. Estoy segura de que había algo entre ellos antes de que entrara.
Ahora, desde que llegó la pendeja que conmigo se hace el otro. Me ignora, se hace el pelotudo.
El fin de semana se la llevó a Punta del Este, y ella volvió toda contenta, bronceada, bien vestida, adornadita. Le pregunté por los aros y el collar de plata y oro y, escuchá esto, sin tapujos la conchuda dice “un obsequio de Ricardo”. Obsequio, se hace la distinta.
Yo sé que la fiestita del gerente con la secretaria nueva lo pagan todos los accionistas de la empresa. Porque hace años que él encontró la manera de pasarlo como gastos corrientes y cosas así, que me explicó pero no entendí bien. Es una estafa.
Pero ahora espero que se le venga la noche a la putita. Ella no sabe que yo tengo captura de pantalla de los estados que ella subió en Punta del Este. El muy cornudo la llevó a los mismos lugares que me llevaba a mí.
Con la diferencia de que a mí nunca me compró nada. Y eso que yo paraba en cuanta vidriera o puestero de artesanos que tuviera algo lindo. Nunca, jamás, el garca de Ricardo amagó a regalarme algo.
Todo lo que yo hice, convencida de que era lo mejor para mí, que era un esfuerzo extra que una hace por mejorarse la vida, chupar ese pito roñoso y viejo, por decir algo nomás… y gratis. A cambio de nada.
