A María Rosa para ofrecerle un trabajo limpiando casas a estrenar en un nuevo country que se iba a inaugurar en una isla del delta, desconectado de todo. Entre que no tenía trabajo y que le pagaban bien, le convenía. Nomás tenía que ver qué hacer con Lisandro, que tenía tres años y no lo podía llevar. Ella era sola y ni familia tenía acá.
Le pidió a su vecina, Eliana, que cuidara a Lisandro esos días, y dijo que ella cuando volviera le daba parte del salario. Eliana dijo que sí, pero no lo cuidó. Cuando María Rosa volvió, el nene estaba muerto hacía unos días.
Enojada que era una furia, que todo el barrio se enteró por los alaridos que pegó, desesperada, cuando lo vio al chiquito, agarró una cuchilla y se fue a lo de Eliana.
Ni bien la encontró le pudo clavar un par de cuchillazos y Eliana se murió. Entonces el Facundo, hermano de Eliana, se enteró a la noche y la fue a buscar a María Rosa. Y la mató a golpes.
Pasaron unos días y el papá de María Rosa, como ella no contestaba el teléfono, se vino desde Chaco. Se enteró que a su hija la había matado el Facundo y buscó gente para ir a matarlo. Contrató unos vagos y fueron y lo molieron a palos, todo abierto en la cabeza quedó el Facundo.
Ahí saltó la banda que estaba con él, que son chorros. Bueno, eran. Y tenían fierros. Fueron a buscar a los que había contratado el papá de María Rosa. Y se mataron entre todos. Quedaron… dos, creo, de trece que empezaron.
Pero una bala perdida le pegó al Jony, que estaba asando unos pollos para festejar su cumple con unos amigos. Pobrecito el Jony, era chico él. Parece que la sangre cayó en los pollos, arruinó la cena, para más bronca de los pibes. Y el cuñado, el marido de la hermana, dijo “vamos a vengarlo”. Entonces se armó una banda de justicieros.
Los justicieros fueron y mataron a uno de los dos que quedaban. Porque el otro había caído preso al otro día vendiendo falopa. Ese zafó.
Ahí, por las dudas, el puntero del barrio hizo un arreglo con la banda del Gordo David, que es el narco… era. Era el narco más pesado. Le puso gente en los pasillos, enfierrados, a hacer de ratis.
Pero de duros que estaban, se hacían los poronga y generaban más quilombo todavía. Ya era cosa de todos los días: se mataba uno acá, el otro allá. Ahí los justicieros del cuñado de Jony lo bajaron al Gordo David y fue como patear un hormiguero.
La gran batalla fue un sábado a la tarde, mientras algunos pibes jugaban al fútbol, otros correteaban por los pasillos, había cumpleañitos, todo normal, hasta que arrancó. Entraron a sonar tiros por todos lados, corridas, hasta sirenas.
Habrán sido dos o tres horas, no sé, pero todos los que tenían fierros tiraban. Y después hubo que juntar los cuerpos ahí en la canchita. Un montón eran.
Y ahora, por lo menos, el barrio parece más tranquilo, no hay tanta gente como antes. Qué sé yo… por lo menos pude agrandar mi casa porque se vació una de al lado.
