347. Tortura mediática

21 de noviembre de 2024 | Noviembre 2024

A Martina la secuestraron en San Telmo, la madrugada de un sábado, mientras ella esperaba un colectivo para volver a su casa después de tomar unas birras con amigas. Dos hombres y una mujer, muy bien vestidos y cada uno con su perfume, se acercaron caminando y la abordaron en un instante; no les costó apresarla y taparle la boca para subirla a un auto que llegó al mismo tiempo.

Sin decirle a dónde iban, con precintos que sujetaban sus muñecas y tobillos y amordazada con un pañuelo, la llevaron hasta la sede de Artear, del Grupo Clarín, en Constitución. En cuestión de minutos estaba atada a la mesa del estudio central del noticiero de TN.

Las luces encendidas al mango la encandilaban. Una maquilladora se acercó a ella y la maquilló incluso sobre el pañuelo que le impedía gritar.

—¿Querés que te cuente lo que pasó hoy? —masculló en su oído uno de los hombres de traje, con los dientes apretados y los labios rígidos.

Martina intentó alejar su cabeza del hombre en un movimiento espástico. Tenía la mirada cargada de terror. El hombre le sacó la mordaza y ella gritó hasta que recibió una cachetada.

—La justicia ordenó citar a indagatoria a Alberto Fernández en la causa de Fabiola —afirmó el de camisa, que había sido el chofer del secuestro.

—¡No! —gritó Martina.

—El presidente acusó a la vice de ser parte de la casta —agregó la mujer—, y se murió Willy Quiroga.

—Por favor, no —Martina empezó a llorar a mares.

“Sigue en baja el consumo de naftas y gasoil”, “los farmacéuticos rechazan la venta libre de medicamentos”, “el FMI negocia un nuevo acuerdo con el gobierno”, “el gobierno llamó a licitación para privatizar la Hidrovía”, eran algunos de los titulares que Martina, mareada, escuchaba desde todos lados, como voces sin cuerpo.

—Basta, Dios mío, basta —rogó piedad con hilos de saliva que cruzaban de un labio a otro.

—¿Querés que te diga el pronóstico para el fin de semana? —se rio, cruel y sádico, uno de sus captores.

—No, por favor, ¡el pronóstico no!

—Va a hacer calor, pero no tanto —susurró en su oído.

Después de una hora y media de tortura mediática insoportable, cuando ya no aguantaba más, el mismo auto que la había levantado, dejó a Martina, toda informada, en la misma parada del colectivo. Desde entonces, ella no para de murmurar títulos, como perdida, en un mar de información.

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