La reunión había surgido porque la ministra quería revalidar su imagen después de su disertación en el Congreso y ganar algo de pantalla para disputarle al presidente mientras se generaba tanta discusión en torno a las medidas impulsadas desde la cabeza del Ejecutivo.
Era consciente de que una de las cuestiones que habían llevado al presidente al sillón de Rivadavia era la inseguridad y que se había sembrado la saña y la violencia entre los laburantes contra los ladrones al punto de los linchamientos en los barrios. «El que las hace las paga» era uno de los puntos fuertes de la campaña y las estadísticas de delincuencia en aumento hacían resonar la problemática hasta en los recónditos más seguros y con menos tasas de delitos del país.
—¡Lucho querido! —saludó mientras abría la puerta del despacho y le hizo una venia que tomó por sorpresa al ex policía municipal que respondió de igual manera. —Te estoy jodiendo. Vení, pasá, gordo.
—Buen día, señora. Muchas gracias por la invitación.
—Por favor, el placer es mío. No te sorprendas por las cámaras que igual no te van a grabar en sonido, a lo sumo algún paneo así corto para las redes y mucha foto nomás. ¿Llegaste bien?
—Sí, me tardó en venir el colectivo pero…
—Bueno, me alegro, eh —sonreía la ministra—. Oíme, te convoqué porque tenemos un proyecto, habrás visto porque salió en todos lados, de legitima defensa.
—Ah —asintió el ex policía.
—Claro. Para que no pase como en tu caso. Lo ideal es proteger a las fuerzas. Si el chorro está ahí… digamos… el policía tiene que poder actuar, no puede haber impunidad. Entonces, aunque esté en situación de fuga, el oficial tiene la obligación de defender a la sociedad y a los argentinos de bien, como dice el presidente —y sonrió de costado.
—Ajá.
—Está bien, ¿o no?
—Sí, yo no sé mucho de derecho, pero…
—Vos… no importa eso. Tenés que decir que sí. O sea, si los chorros tiran, los policías también tienen que poder tirar.
—Claro. Como fue en mi caso.
—Exacto. Pero sin causa penal, ¿entendés?
—Sí. Pasa que yo no sé bien cómo hacer con la cuestión legal eso…
—No, Luis, olvidate. De eso me encargo yo.
—¿Y… para qué me necesita, ministra?
—Eso, nomás. Digamos, darte la buena noticia y que te quedes tranquilo que se viene otra Argentina. Y a lo mejor te ayuda también con tu causa y todo eso si sale. ¿Sí? ¿La familia, bien? Sonreí, que nos sacan la foto.
