Por un amigo se es capaz de cualquier cosa. Cuando la amistad es verdadera, no existen límites. Así, al menos, lo veo yo. Sobre todo cuando se trata de alguien como el “Mago” Medina, violero y cantante de una de las mejores bandas de rock del país, y eso que a mí el rock nacional no me gusta. Incluso él me gusta más allá de su banda. Un maestro.
Cuando se mudó acá a la vuelta, hará un año y dos meses, yo no lo podía creer. Lo enganché en medio de la mudanza y ahí me presenté. Le dije que estaba a disposición y repetí tres o cuatro veces “para lo que necesites”. Porque eso son los verdaderos amigos.
También le conté que yo soy el bajista de Lienzos Bajos, y le pregunté si conocía nuestro hit, “Feria americana”, que está bastante pegado el último tiempo. Dijo que sí, aunque no logré que dijera qué parte le gustaba más.
Me pidió que le dejara seguir con la mudanza y yo le dejé mi número para que me avisara cuando tuviera ganas de tocar un rato juntos. Le di un abrazo y ahí ya se notó cómo quedó sellada nuestra amistad. Por eso me tomé el atrevimiento de prepararle un pastel de papas y llevárselo a la noche para la cena, cosa de quitarle la tarea de encima a él y a su novia en un día tan cargado.
Lo vi tan emocionado que me parece que nunca le habían preparado tan buena comida y casera. Lo vi en sus ojos.
Y viste cómo es la amistad real que capaz que no hablamos durante meses y es como si supieras todo de la otra persona. Así somos nosotros. No nos hace falta juntarnos todo el tiempo.
Yo soy medio denso, le dije de caerle con el bajo un par de veces, pero él está con cosas más importantes. Su banda es mucho más grosa que la mía.
Y venía sin contestarme él, más o menos durante un año, hasta que me mandó si podía caerme hace un mes y pico. Le digo sí, Mago, por supuesto. Le pasé la dirección de casa y cayó.
Estaba dado vuelta como una media. La novia lo había dejado hacía una semana y estaba que la extrañaba, por eso me vino a buscar como para… un oído amigo. Me preguntó si tenía merca, y le dije que no, solamente porro. Así que fumamos mucho y le convidé todo el whisky.
En eso estábamos y me dice que mi perro es re lindo. Sí, le digo, se llama Confite. Y agarra y va a buscar el helado, que yo tenía, se baja el pantalón y se pone un poco en la verga para que el perro le chupe. Yo me quedé así de cara un minuto.
—¡No sabía que a vos también te gustaba eso! —le digo y me puse yo también—. Mirá, yo me pongo un poco más acá abajo de las bolas, así cuando chupa por ahí te hace como cosquillas. Es divertidísimo.
Y le mostré. Y bueno, desde entonces creo que nuestra amistad quedó más sellada que nunca. Él dice que estaba puesto, que no lo cuente, pero… ya lo hizo dos o tres veces, así que… Somos amigos de los buenos, sí.
