312. Visionaria

18 de octubre de 2024 | Octubre 2024

Pitia, como se hacía llamar Azucena Colombo, profesaba de adivina en un pequeño rancho construido en las afueras del pueblo de Vedia. Tras estafar a un pasajero del tren mediante el truco de las tres cartas, en medio de la persecución del estafado, saltó del vagón y se escondió en un bosque, cuando apenas había algunos autos por aquella zona.

En cuestión de meses, después de conocer a su amante Enzo Oderigo, levantó su rancho a la salida del pueblo, en un bosque lindero a la laguna. Enzo se encargaba de conseguir los clientes; ella, de adivinarles el futuro.

Esa tarde de primavera, después de pasar el día atendiendo clientes, cuando Enzo volvió al rancho, Pitia todavía estaba disfrazada con su vestido negro largo y su manto azul ultramar. Los ojos maquillados con abundante sombra y delineados con trazo grueso que hacía más profundo el verde oscuro de sus iris.

Todavía flotaban en el aire el olor del incienso hecho a base de plantas y cortezas de la zona y el vapor del hielo seco que usaba para recrear su Oráculo de Delfos personal, al que no le faltaban las víboras que lo custodiaran.

 —Traje todo lo que pediste —anunció Enzo y exhibió un saco de arpillera que cargaba en su espalda.

—Tengo nuevos encargos urgentes —contestó ella, después de besarle la boca.

—¿Muchos clientes hoy, Circe? —preguntó Enzo.

—Te dije que guardes ese nombre para la pasión —lo señaló seria—. Necesito que aparezca un ramo de claveles frente a la casa de los Azcoaga, esta semana, por favor —empezó el listado de encargos.

—¿De los Azcoaga de Junín? ¿De dónde saco claveles?

—No sé. Junín, Pergamino, Buenos Aires, de donde sea. El primer tren mañana pasa casi a las siete y media. Además hay que robarle un potrillo a Isidro Pereyra, que tuvo dos. Y… tenés que embarazar a Raquel Espinoza —Pitia cerró la frase con la determinación de una valkiria.

—¿Embarazarla?

—Espero que sea la última vez que te pido algo así, Enzo. Igual que antes, la violencia solamente si hace falta. Es más, creo que a ella podrías engañarla y seducirla sin tener que comprometerte…

 —No lo sé, en otros pueblos es distinto, pero acá…

—Mi magia sin vos no existe, Enzo. Por favor —rogó Pitia, dulce como nunca y, cuando él asintió, ella sonrió—. Por eso te amo tanto. Vamos a darnos un baño, ya está el agua en el caldero lista para nosotros.

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